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  • Trahn: La complicidad del sabor salado / 14 agosto 2003

    Buenas tardes, amigos y desconocidos.
    Otra actualización, para asombro y regocijo de todos ustedes. La verdad es que ya tenía ganas de contarles esta historia, pero he tenido que esperar un par de semanas hasta obtener el permiso para hacerlo. Aunque ya la he ido contando aquí y allá a unos cuantos conocidos de la vida analógica, creo que ustedes merecen conocerla y regocijarse con ella.
    Antes de empezar, un apunte sobre el encabezamiento de esta actualización. Hace unos cuantos años andaba Quien Suscribe dando una ociosa vueltecilla por el local cultural/juvenil/social de turno, esperando a que los amigos del programa de radio terminasen de pinchar esos temas rabiosamente radikales y agresivos que eran su especialidad. Como nunca había estado en un lugar de esas características (salvo que cuente el antro de yonquis de debajo de mi casa, que juvenil más bien poco, pero cultural y social hasta la muerte), me dediqué a mirar folletos, posters y demás papelitos informativos. En la revista del colectivo gay encontré algo harto curioso: “100 razones por las que nos alegramos de ser lesbianas“. A mí se me ocurrían apenas tres o cuatro, así que lo leí de punta a cabo, por si me estuviera perdiendo algo. La mayor parte de las razones eran del tipo “48. Porque nos gusta, porque nos da la gana, porque sí“, pero había alguna más divertida, tal que “55. Porque muchas de nuestras chicas se animaron a decirlo en casa./ 56. Porque más de la mitad se arrepintieron al instante“. En fin, nada realmente impactante hasta que llegué a la razón número 77, que transcribo a continuación: “Porque compartimos la complicidad del sabor salado“. Supongo que no necesitan ustedes una explicación detallada del asunto. El caso es que, entre la revoltura de estómago y el ataque de risa, decidí de inmediato emplear esa feliz sentencia siempre que pudiera. A partir de ese momento, tras cada atenta inspección del mujerío circundante, siempre caía algún que otro “¿tú crees que querrá compartir la complicidad del sabor salado conmigo?“. Ésta es una historia que comparte esa complicidad. Y ahora que ya están sobre aviso, pongan un cd de Samantha Fox para ambientar, pasen y lean.

    1. CÓMO EMPEZÓ TODO
    Pues verán, tengo una amiga bella y rutilante, faro de sabiduría, plétora de encantos y modelo de virtudes. A esta criatura fascinante vamos a llamarla Selma, por mor del anonimato y porque me sale de la brinca del coño. Hace aproximadamente nueve años, la hermosa Selma se encontraba sentadita en un tren, leyendo un Corto Maltés y controlando con el rabillo del ojo el porcentaje de mujeres potencialmente cómplices del sabor salado. Su increíblemente preciso bollodetector empezó a pitar enloquecido al divisar en el andén a una muchacha de extrema palidez, tremendas ojeras, desnutrida figura y desdichada expresión (motivo por el cual la llamaremos Tísica, aunque ahora mismo le pega tanto como un chador a Susana Estrada).
    Selma y la Tísica intercambiaron una ardiente mirada a través de la ventanilla del tren. Esto es Asturias, no Manhattan, así que descarten esa imagen tan Cocodrilo Dundee en que toda la estación asiste complacida al intercambio de efusivas declaraciones entre ambas, interviene diciendo “vamos, chica, ¿no ves que te quiere de verdad?” y aplaude cuando finalmente la parejita se besa. Selma y la Tísica, decíamos, se miraron intensamente durante unos minutos, pero eso fue todo. Cuando alguna de las dos hubiera podido salvar la distancia que las separaba, el tren se puso en marcha (y sí, esto sucede en Manhattan, pero también en Asturias). La bella Selma suspiró un poco, volvió a su Corto Maltés y archivó los rasgos de la Tísica para usos que no voy a detallar aquí, pero que todos ustedes podrán imaginar sin dificultad.

    2. CÓMO EL VERBO SE HIZO CARNE, PERO POQUITA

    Para mejor comprender la importancia de lo que aquí se narra, debo decirles que la bella Selma había iniciado una relación cómplice con otra muchacha, a la que llamaremos Serpiente de Babilonia, porque así fue llamada en el transcurso de una pelea y porque vuelve a salirme de la brinca del coño. La recién iniciada relación iba bastante bien hasta que la Serpiente de Babilonia decidió ir a buscarse la vida a Londres. Selma, que nunca ha sido precisamente la alegoría de la constancia, lloró un poquito y rabió bastante, pero dejó ir a su adorada tras muchas promesas de escribirse, llamarse, mandarse mails y mantenerse fieles cual Homer a la Duff.
    Así de insulsas estaban las cosas cuando, una mañana, la Tísica hizo aparición en el café donde solíamos reunirnos (que ustedes recordarán de la entrada “Signos” de este mismo diario). Lanzó una mirada tímida y doliente en derredor, de ésas que dicen “la vida es un pálido sueño” o quizás “¿dónde me he dejado el Ventolín?“. En todo caso, a Selma se le encendieron los bollodetectores al instante. “Ni te molestes“, dije yo con la arrogante seguridad que me caracteriza, “porque la conozco y tiene novio“. “Y a mí qué su novio“, respondió Selma parafraseando al crío del Zumosol. La fortuna sonríe a los audaces, así que me encogí de hombros y le hice señas a la Tísica para que viniese a sentarse con nosotros. No tardaron ni media hora en largarse juntas a dar una vueltecilla y, según fui informada posteriormente, protagonizar un lánguido besuqueo en el césped del campus. Poco duró la dicha, porque la Tísica tenía de veras novio, y al cabo de un rato se levantó, se sacudió los hierbajos de la ropa y se marchó con su triste sonrisa y agitando la pálida mano. Selma se resignó, y las cosas siguieron como estaban.

    3. CÓMO SE PRECIPITÓ EN DIEZ MINUTOS LO QUE HABÍA TARDADO DIEZ AÑOS EN GESTARSE

    Pasaron los años, Selma se cortó el pelo, la Serpiente abandonó el status de novia y pasó al de mejor amiga (y abandonó también el infamante apodo, como quien muda la piel), y yo hice cosas que me avergonzaría de contar a los usuarios del canal #busco_mujer_sin_bidet. Y entonces, hace apenas dos semanas, me fui a dar un paseo por los bares del casco viejo de la ciudad, donde múltiples conocidos ejercitan cada viernes sus danzas de apareamiento, con relativo éxito.

    Allí estaba Quien Suscribe, sin meterse con nadie y escoltada por hermosa amiga, cuando vi salir a la Tísica de uno de los bares. Su aspecto había mejorado tanto que el apodo se le quedaba obsoleto por todas partes. Carnes donde antes había huecos, bronceado donde había palidez, vitalidad y energía donde había una planta de interior. La exTísica saludó a mi amiga y le hizo unas cuantas cucamonas y gracietas (no en vano mi amiga es hermosa) y luego se acercó a mí y, sin previo discurso introductorio, soltó: “Tú eres amiga de Selma. ¿Cómo está?“. “Bien“, dije yo, “soltera“, porque ése es el mensaje que Selma implantó en mi cerebro para este tipo de situaciones: si una mujer pregunta cómo estoy, se le dice que soltera. “Oh“, dijo la exTísica, “pues tengo muchas ganas de verla“. “Qué bien“, respondí yo, y entonces se desataron las fuerzas infernales.

    Es una chica estupenda“, proclamó la exTísica sin que ninguno de los presentes quisiera contradecirla. “Es increíble, es guapísima“. Nuevo asentimiento por parte de los testigos. “¿Le dirás que quiero verla?“. “Se lo comentaré“, dije yo. “Es que me encanta, me la comería a besos“, dijo ella, y en los ojos se le encendió un brillo levemente psicopático. “Ya, me imagino“, contesté yo. “Dile que quiero verla, dile que la comería a besos, que le comería el culo“, exclamó entonces. “Uh?“, farfullé yo. “Dile que estoy mucho más buena, que estoy soltera, que estoy cachonda“. Silencio repentino en toda la calle, el bar, plaza aledaña y seguramente hasta concejos vecinos. “Mira qué culo, dile el culo que tengo, mira qué tetas, dile que estoy salida, que estoy dispuesta, que me la comería, que le comería el culo“. “El culo…“, dije yo tomando cuidadosa nota mental de todo ello. “Dale mi número, o dame el suyo, dile que tengo ducha de hidromasaje, que tenemos que follar… bueno, y si hay que tomar un café, pues también se toma“. El silencio había dejado paso a ese curioso sonido que se produce cuando muchas personas intentan contener la carcajada a la vez.

    Dame su número“, exigió imperiosa. Dudé. ¿Y qué habrían hecho ustedes? Aún intentaba conciliar a la Tísica que yo había conocido con el vórtice de energía sexual que tenía delante. Las entradas directas de ese estilo gozan de mi absoluta aprobación, pero a veces no distingo muy bien entre “te amo desoladamente y pienso hacerte cosas que sonrojarían a Catulo” y “te amo y tengo unas gafas de visión nocturna y una habilidad con el cuchillo que para sí la quisiera Jack el Destripador o Tina la de las Grecas“. Salvé la situación pidiéndole su número a ella y su correo electrónico. Se conformó con mi promesa de repetirle a Selma palabra por palabra lo que había oído. “Te acordarás, ¿verdad?“, concluyó la exTísica. “Como para olvidar algo así“, dije yo. Y me fui a mi casa maravillada y un poco acojonada.

    4. LO QUE OCURRIÓ DESPUÉS

    -Tardé aproximadamente una semana en contarle lo ocurrido a Selma. No me malinterpreten, fue solamente porque me hubiera gustado quedar con ella y verle la cara cuando oyera lo del culo y lo del hidromasaje.
    -Selma fue informada vía messenger y se pasmó como se pasmaría cualquiera de nosotros si le dirigiesen tan explícito mensaje. Bueno, igual un poco menos, porque me autorizó a mandarle un mail a la exTísica con su número de teléfono. Y acto seguido se puso a pasear por la habitación como pantera enjaulada, a la espera de esa llamada.
    -En vista de que la llamada se hacía esperar, Selma se plantó en mi ciudad con su mejor atuendo y el culo convenientemente entalcado, dispuesta a disfrutar de los placeres del hidromasaje. La Serpiente de Babilonia, dos amigos más y Quien Suscribe la escoltamos, esperando presenciar hechos como los que señalan la llegada del Apocalipsis.
    -La exTísica apareció de casualidad, recibió confirmación de entrega de su mensaje, y se sentó a la mesa con todos nosotros. Ya no presentaba el aspecto de hembra de lince ibérico en celo del viernes anterior, y sus maneras volvían a ser suaves y lánguidas, su voz baja y discreta y su discurso convencional. Una ola de decepción recorrió la mesa.
    -Nos fuimos.

    5. LO QUE OCURRE AHORA

    -La exTísica sólo esperaba a verse sin testigos: llamó a Selma, se citaron y fornicaron como animales.
    -Las llamadas se repitieron durante dos semanas, y ahora Selma y la exTísica van de la manita, se besan en los bares y hablan siempre en plural.
    -Quieren hacerme una fiesta, por el mínimo papel que representé en todo este asunto. Me parece bien. Todo el mundo debería hacerme fiestas, con o sin excusa.
    -No tenemos aún confirmación de la existencia real de esa ducha de hidromasaje. Sospecho que fue una idea de última hora, un desesperado añadido a la oferta inicial, como el suavizante de pelo tamaño bolsillo que regalan con el champú tamaño familiar. Es posible que esa ducha exista realmente, por supuesto. Si Selma aparece con el cutis estupendo y aspecto relajado y húmedo, les informaré de inmediato.
    -¿Complicidad del sabor salado? Toda.

    Y esto ha sido todo por hoy. Ya ven a qué me dedico cuando no estoy contándoles banalidades a ustedes. ¿No creen que ha valido la pena esperar? Yo creo que sí.
    Tengan cuidado ahí fuera (y salgan con el culo entalcado, que nunca se sabe).
    Trahn.

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