Si han terminado con la criminologÃa y la dactiloscopia, échenle una mirada a esto.
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[...] En la Edad Media la locura se diluÃa entre la miseria dominante, y los locos, inocentes u orates, no diferÃan en su imagen de la mayorÃa de los pobres, que, sucios, zarrapastrosos, mal encarados, medio desnudos o vestidos andrajosamente, vagaban por campos y ciudades, y que, como todos, pedÃan limosna. Pero, a medida que fue siendo necesario distinguir entre pobres verdaderos y falsos, los locos iban emergiendo en el escenario público de la sociedad bajomedieval, despertando en la gente común actitudes muy diversas: repulsión, miedo, horror, curiosidad, burla, compasión y respeto ante los que se presentaban como diferentes.
Para muchos, los locos tenÃan una cierta impronta de lo sobrenatural, de lo sagrado, como si hubiesen sido tocados por Dios o encarnasen la “caÃda” de la naturaleza humana. PersistÃa todavÃa una concepción mágica de la locura, procedente sobre todo del mundo musulmán, donde los locos eran considerados como seres aparte, iluminados, mÃsticos e incluso profetas: “El espÃritu divino habita en esas cabezas que han dejado vacÃas los pensamientos humanos“.
Entre los musulmanes cultos, el loco debÃa ser soportado y respetado como ejemplo de la forma de existencia individual, y no debÃa ser excluido de la sociedad, porque era una garantÃa del fluir humano en una comunidad religiosamente ordenada.
Pero también en el Occidente cristiano la locura podÃa mostrar la mano de Dios, y se creÃa que que los locos veÃan lo que otros no podÃan ver: estaban dotados para predecir y adivinar el futuro de algunos hombres. En cierto modo, habÃan sido elegidos por Dios y se conducÃan con una regla distinta de la que regÃa para los cuerdos. Y acaso fuesen más sabios que los demás: “La sabidurÃa de los hombres sensatos es a veces corta de vista, mientras que los locos ven a lo lejos“.
Según Santo Tomás de Aquino, los santos eran los más locos para el juicio humano, porque despreciaban los bienes que buscaba la sabidurÃa de los hombres, y su conocimiento era de inspiración divina. Todo exceso, toda locura que se realizase en busca de la salvación eterna, era aceptada como algo maravilloso que daba carácter positivo a lo extraño. San Francisco de AsÃs causaba la desesperación de su padre y consiguió que lo tomasen por loco, pero creó un potente movimiento que era una imagen clara de locura colectiva por la cruz.
La extracción de la piedra o El cirujano, por Jan Sanders van Hamesen, c. 1555
Para el pensar medieval los locos podÃan estar libres de los instintos, pasiones y apetitos de los demás, purificados por sus carencias, renuncias y padecimientos, y eso les daba una cierta superioridad moral. En este sentido, podÃan ser sobrevalorados socialmente, reverenciados, o cuando menos respetados.
Pero, por otra parte, en tanto que los locos parecÃan estar fuera del mundo y eran supuestamente capaces de penetrar en las oscuridades del más allá y de percibir “las extrañas formas del misterio que pueblan esta noche desconocida“, también producÃan miedo, horror y pánico.
A menudo esto se debÃa a la apariencia externa, por el aspecto fÃsico que supuestamente les infligÃa su mal y por el estereotipo que poetas, trovadores y miniaturistas iban paulatinamente creando, proporcionando al pueblo una imagen negativa y repulsiva. En principio, la imaginerÃa les presentaba como pobres harapientos y con las ropas destrozadas, unas ropas que ellos mismos habÃan desgarrado hasta la desnudez o semidesnudez. Luego, esa imagen irÃa cambiando hacia una mayor visibilidad social, adoptando vestimentas más llamativas, casi bufonescas, con cascabeles, gorros con cuernos, espejillos, etc.
Ilustración tomada de IconografÃa del Tarot, de Andrea Vitali. Centro Virtual Enrique Eskenazi.
[...] Era la familia, la parentela o la vecindad la que se ocupaba de la guarda del loco, quien, si bien no podrÃa decirse que estuviera socialmente integrado, en la mayorÃa de los casos sà era tolerado en el marco social al que pertenecÃa. La fuerte solidaridad desempeñada por la familia, que era entonces muy amplia, garantizaba la seguridad y el cuidado del demente, tanto en el ámbito rural como en el urbano. Pero fuera de su marco de referencia habitual, los locos foráneos o extranjeros, o simplemente los carentes de familia, eran mucho menos aceptados, y si se mostraban violentos o furiosos, podÃan ser públicamente azotados, puestos en la picota, encarcelados en las puertas de las ciudades o bien expulsados de las mismas.
Locura, por Alfred Kubin, 1914
A veces circulaba la idea de expulsar en masa a todos los dementes de alguna ciudad, de conducirlos a algún lugar de donde nunca pudiesen volver. Era el tema de las legendarias naves de los locos, una ficción literaria muy difundida en los paÃses centroeuropeos, que recogÃa determinadas fantasÃas colectivas sobre los locos, pero que no se apoyaba en la realidad ni en hechos históricamente probados. Sà es cierto que, a menudo, algún loco fue expulsado y escoltado hasta su paÃs de origen, o que simplemente fue abandonado en el campo y a su suerte. Circunstancia que, con el tiempo, ocasionaba otro tipo de leyendas, tales como las de los hombres salvajes que vagaban por los montes, bosques y cementerios, huyendo o atacando a caminantes y paisanos.
La nave de los locos, por Hieronymus Bosch, finales del siglo XV
Hombres de la mitologÃa popular, que se alimentaban de hierbas y alimañas, de apariencia sucia, con barbas, pelos largos y ropa destrozada, y que aprovechaban la luna llena para salir de su refugio. Pero, sobre todo, eran personajes imaginarios que reemplazaban en la mentalidad popular a fantasmas y monstruos más antiguos: hombres muy altos, fuertes y de vello por todo el cuerpo, que apenas sabÃan hablar, que corrÃan velozmente y que se armaban con grandes ramas, asaltaban a los paisanos y violaban a cuantas mujeres encontraban a su paso.
Nabucodonosor, por William Blake, 1795
Eran los hombres lobo o licántropos, tan fantásticos como las mujeres salvajes, que buscaban y seducÃan a los hombres con artificios deshonestos, tales como las xanas asturianas. Sin embargo, la medicina, desde la antigüedad, consideró a la licantropÃa como una enfermedad muy real.
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Lo que acaban de leer está extraÃdo de la Historia de la locura en España. Lo escribe Enrique González Duro, lo edita Temas de Hoy, y ustedes deberÃan leerlo. Son tres tomos, asà que pueden ustedes enloquecer con toda tranquilidad y parsimonia.
Lean, lean. Casi nunca se arrepiente uno.
Nikos, living la vida loca (la de los Toy Dolls, por supuesto).
Un comentario
Hola! me ha gustado mucho el extracto del libro sobre la locura, estoy interesado en el tema a pesar de seguir siendo algo tabú. Tienes en todas las ilustraciones pie de página menos en la del árabe me ha llamado mucho la atención esa imágen no tendrás por casualidad sus datos por ahi ¿?