Estaba buscando unos papeles y aparecieron otros, como ocurre tan a menudo. Aquà os dejo el hallazgo: un ejemplo extraÃdo de los apuntes de TeorÃa de la narrativa. En los márgenes, con una letra que no reconozco, pone: “Experimento literario, parodia de los mecanismos literarios. Constantes llamadas al lector, engaño, burla”. Pues eso.
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ALPHONSE ALLAIS: “UN DRAMA MUY PARISINO” (1890)
CAPÃTULO I: DONDE TRABAMOS CONOCIMIENTO CON UN SEÑOR Y UNA SEÑORA QUE HUBIERAN PODIDO SER FELICES SIN SUS CONSTANTES MALENTENDIDOS.
En la época donde da comienzo esta historia, Raúl y Margarita (un bonito nombre para el amor) estaban casados desde hacÃa aproximadamente cinco meses.
Un matrimonio de amor, naturalmente.
Raúl, una hermosa noche, oyendo cantar a Margarita la bella romanza del coronel Henry d’Erville, Raúl, decÃamos, se habÃa jurado que la divina Margarita (diva Margarita) no pertenecerÃa nunca a otro hombre que no fuera él mismo.
El matrimonio habrÃa sido el más feliz de todos los matrimonios, sin el condenado carácter de los dos cónyuges.
Por un quÃtame allá esas pajas, ¡crac!, un plato roto, una bofetada, una patada en el culo.
Ante tales ruidos, Amor huÃa desconsolado, esperando, en la esquina de un gran parque, la hora siempre cercana de la reconciliación.
Entonces llegaban los besos innumerables, las caricias sin fin, tiernas y bien informadas, los ardores infernales.
Se hubiera podido decir que aquellos dos cerdos se peleaban para tener la ocasión de hacer las paces.
CAPÃTULO II: SIMPLE EPISODIO QUE, SIN RELACIONARSE DIRECTAMENTE CON LA ACCIÓN, DARà A LA CLIENTELA UNA IDEA SOBRE LA FORMA DE VIVIR DE NUESTROS HÉROES.
Un dÃa, sin embargo, fue más grave que de costumbre.
Una noche, más bien.
HabÃan ido al Teatro de la Aplicación, donde representaban, entre otras obras, La Infiel, del sr. Puerto Rico.
-Cuando hayas visto bastante a Claudio el Gordo -gruñó Raúl-, me lo dices.
-Y tú -vituperó Margarita-, cuando te sepas a la señorita Moreno de memoria, me pasas los gemelos.
Inaugurada en este tono, la conversación no podÃa acabar sino con las más lamentables violencias recÃprocas.
En el cupé que los llevaba a casa, Margarita se complació en arañar el amor propio de Raúl como si fuera una vieja mandolina estropeada.
Asà apenas hubieron llegado a su casa, los beligerantes tomaron sus posiciones respectivas.
Con la mano alzada, la mirada dura, el bigote igual que el de un gato furioso, Raúl se abalanzó sobre Margarita, que empezó desde ese momento a no tenerlas todas consigo.
La pobrecilla escapó, furtiva y rápida, como hace la cierva en los grandes bosques.
Raúl iba a alcanzarla.
Entonces, la luz genial de la suprema angustia fulguró en el cerebro de Margarita.
Volviéndose bruscamente, se echó en brazos de Raúl exclamando:
-¡Te lo ruego, Raulito mÃo, defiéndeme!
CAPÃTULO III: DONDE NUESTROS AMIGOS SE RECONCILIAN COMO ME GUSTARÃA QUE OS RECONCILIASEIS VOSOTROS A MENUDO, YA SABÉIS A QUÉ ME REFIERO.
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CAPÃTULO IV: DONDE PODREMOS CONSTATAR QUE LAS PERSONAS QUE SE METEN EN LO QUE NO LES IMPORTA HARÃAN MUCHO MEJOR QUEDÃNDOSE QUIETAS.
Una mañana, Raúl recibió la nota siguiente:
“Si quiere usted ver por una vez a su mujer de buen humor, entonces vaya el jueves al baile de los Incoherentes, en el Moulin-Rouge. Allà estará, enmascarada y disfrazada de piragua congoleña. ¡A buen entendedor, hasta luego!
Un amigo.”
La misma mañana, Margarita recibió la nota siguiente:
“Si quiere usted ver por una vez a su marido de buen homor, entonces vaya el jueves al baile de los Incoherentes, en el Moulin-Rouge. Allà estará, enmascarado y disfrazado de templario fin de siglo. ¡A buena entendedora, hasta luego!
Una amiga.”Estas cartitas no cayeron en saco roto.
Disimulando admirablemente sus designios, llegó el dÃa fatal:
-Mi querida amiga -dijo Raúl con su aire más inocente-, voy a verme obligado a abandonarla a usted hasta mañana. Intereses de la mayor importancia me reclaman en Dunquerque.
-Me viene de perlas -respondió Margarita, deliciosamente cándida-, acabo de recibir un telegrama de mi tÃa Aspasia, que me llama, entre grandes sufrimientos, junto a su lecho.
CAPÃTULO V: DONDE VEMOS A LA LOCA JUVENTUD DE HOY LANZÃNDOSE A LOS MÃS QUIMÉRICOS Y PASAJEROS PLACERES, EN VEZ DE PREOCUPARSE POR LA ETERNIDAD.
Los ecos del Diablo cojo estuvieron de acuerdo en proclamar que el baile de los Incoherentes se revistió aquel año de un brillo desacostumbrado.
Muchos hombros y bastantes piernas, sin contar los accesorios.
Dos asistentes parecÃan no tomar parte en la locura general: un Templario fin de siglo y una Piragua congoleña, ambos herméticamente enmascarados.
Al dar las tres de la mañana, el Templario se acercó a la Piragua y la invitó a ir a cenar con él.
Por toda respuesta, la Piragua apoyó su manecita sobre el robusto brazo del Templario, y la pareja se alejó.
CAPÃTULO VI: DONDE TODO SE COMPLICA.
-Déjenos solos un momento -dijo el Templario al mozo del restaurante-, vamos a elegir el menú y ya le llamaremos.
El mozo se retiró y el Templario echó el cerrojo cuidadosamente a la puerta del reservado.
Entonces, con un movimiento brusco, tras haberse librado de su casco, arrancó el antifaz de la Piragua.
Los dos exhalaron, a la vez, un grito de estupor, al no reconocerse ni el uno ni la otra.
Él no era Raúl.
Ella no era Margarita.
Se presentaron mutuamente sus excusas, y no tardaron en trabar conocimiento con la ayuda de una cena ligera. Ya no os cuento más.
CAPÃTULO VII: DESENLACE FELIZ PARA TODO EL MUNDO, EXCEPTO PARA LOS DEMÃS.
Este pequeño contratiempo sirvió de lección a Raúl y a Margarita.
A partir de ese momento, no se pelearon nunca más y fueron perfectamente felices.
TodavÃa no tienen muchos niños, pero todo se andará.
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Esto es todo. Voy a beber un vasito de grappa a la salud de Marlon Brando, que acaba de morir y que fue una de mis primeras obsesiones adolescentes. Hoy mismo llevo una chapa suya. No pude encontrar ninguna en la que figurase como Don Vito Corleone o Stanley Kowalski, asà que tuve que conformarme con Fletcher Christian. Una lástima, no es de mis favoritas.
Cent’anni, don Vito.