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  • Atrocidad: Saca la lengua / 10 agosto 2004

    “El historiador griego Herodoto refiere que el faraón egipcio Psamético I, en el siglo VII a.C., se propuso averiguar cuál había sido la lengua originaria de la humanidad. Por orden regia, se separó de sus padres a dos niños muy pequeños y se les confió al cuidado de un pastor mudo que había recibido instrucciones para criarlos en total aislamiento de las demás personas. El pastor debería tomar nota de la primera palabra que los niños pronunciasen; incontaminados por el idioma de sus mayores -razonaba Psamético- empezarían a hablar en la lengua pura o primigenia, de la que se derivaban todas las otras. El primer vocablo inteligible que los niños pronunciaron fue bekos, que significaba pan en la antigua lengua frigia. Así que, sostenía Psamético, la lengua original de la humanidad es el frigio“.
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    Esto nos lo cuenta el señor Derek Bickerton en el libro Lecturas de lingüística, que edita Cátedra. Desgraciadamente, concluye diciendo algo tal que: “esta simpática anécdota, de la que se han reído generaciones y generaciones de estudiantes serios de lingüística, carece por completo de rigor: Psamético pecó de superoptimista, y en casos similares de abusos contra la infancia, lo que suele encontrarse es la carencia total de lenguaje“. Ntchs.

    Leyendo esta historia me he acordado de mi amiga M.ym, que es otra de esas personas entregadas a la filología y sus desvelos. Mi amiga M.ym tuvo un niño, por esas cosas de la vida, y pensó que sería buena idea dirigirse a él en correcto latín, además de hacerlo (que tampoco era cuestión de joderle la existencia al chiquillo) en correcto castellano. Por ahorrarle al muchacho el engorroso estudio de las declinaciones a esa edad en la que apetece tan poco hacerlo y, naturalmente, para averiguar si es cierto que la lengua guía al pensamiento. O porque andaba ociosa, vaya uno a saber.

    El experimento fue abortado a los tres días por el indignado marido de mi amiga M.ym, padre de la criatura, que proclamó a voz en grito la superioridad del griego clásico como lengua para educar infantes y que llegó a proponer que se contemplase el sánscrito como opción. Él también es un devoto estudioso de los sistemas de signos, naturalmente.
    No hubo acuerdo. La criatura se educa en castellano standard, y seguramente acabe aprendiendo inglés en el colegio, como todo hijo de vecino. Pero mi amiga M.ym (que toca el violonchelo de forma espectacular) se consuela pensando que lo apuntará a clases de música en cuanto el crío pueda sujetar un instrumento más pesado que el triángulo. El padre del chico está conforme, porque la música, al fin y al cabo, no deja de ser otro sistema de signos.

    Ojalá los dos estén rompiendo clandestinamente el pacto, y enseñando secretamente al crío a distinguir un gerundio de un gerundivo o a conjugar un aoristo. Sería harto bello.

    Les dejo, tengo un passé composé que repasar. Sí, he vuelto a estudiar francés. Je suis très heureuse. Vaya que sí.

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