Yo lo sé y ahora ustedes también lo saben, Amigos Lectores: hay una distancia pasmosa, atroz, entre lo que digo que voy a hacer y lo que hago al final. Pársecs y verstas entre lo uno y lo otro.
Prometà tantas cosas en la primera (y única) actualización que hasta parecÃa que iba en serio, ¿eh? Bueno, ahora ya saben a qué atenerse. A veces habrá gran regocijo, a veces habrá basura empÃricamente innegable, a veces no habrá nada de nada. Tengo una boca enorme y digo demasiadas cosas. No me tomen tan en serio y no se llevarán decepciones. Avisados quedan.
Dicho todo lo cual, Amigos Lectores, empecemos a cortar la libra de carne derramando toda la sangre que podamos. Por ser hoy, y porque estoy sin conexión y me toca mucho los cojones escribir desde un cyber, comenzaremos con
*UNA BREVE INTRODUCCIÓN
No se asusten, Amigos y Desconocidos, como dirÃa el llorado Douglas Adams. Las recomendaciones de ésta, su GuÃa en Aguas Literarias, no obedecen a un criterio concreto. Si exceptuamos, naturalmente, el Criterio de Criterios: lo que me sale de la brinca del coño, y disculpen mi francés.
Con esto quiero decirles que la recomendación de hoy es tan importante como la recomendación de mañana (si es que la hay; crucen los deditos y sacrifiquénle algo a Dionisos, que es una deidad agradecida), y que deben leer lo que les sugiero que lean en el orden que estimen oportuno. Vamos, hoy recomiendo esto y mañana (ya saben cómo hay que interpretar este mañana) aquello otro, y usted, Amigo Lector, no debe asustarse y pensar: “Jodómimadre,¿pero qué dice esta loca? ¿Un tocho del dieciocho? Uyvá, qué rima me ha salido. Anda y que lo lea Rita, vuelvo a la web de sodomÃa creativa, que es mucho más interesante, andevaparar”.
No cierre la página de sodomÃa creativa, pero tampoco se asuste. Hpy toca lo que toca, pero mañana podrá usted ir en el autobús con su novela de Stephen King y la cabeza muy alta, porque habrá leÃdo aquà que el caballero de Maine escribe bastante mejor que, pongamos, Susanna Tamaro, Espido Freire, José Luis Sampedro o cualquier otro de esos ociosos que en mala hora se pusieron a escribir, habiendo tanto futuro en la apicultura.
En resumen, que también pienso recomendarles cosas normales. Por llamarlas de alguna forma.
Dicho lo cual, vamos a lo nuestro, que es
*LO QUE USTEDES DEBEN LEER
¿Les suena esta señorita?
 ¿No? ¿Y ahora?
No se apuren, yo les cuento:
“Anne de Lenclos nació en ParÃs en el año 1615. Su padre fue un gentilhombre del duque de Turena, con fama de carácter un tanto disoluto. De su madre, decÃase que no era muy larga de luces y pasaba el tiempo entregada al rezo, la devoción y los libros religiosos, cuya lectura recomendaba a la pequeña Ninon. Ésta, tal vez más tentada por el ejemplo del padre, empezó muy pronto a sustituir las vidas de los santos por otras lecturas, los clásicos latinos, novelas de amor cortés, poesÃa… TodavÃa adolescente, Ninon no sólo habÃa leÃdo gran parte de la literatura clásica y de su época, sino también filosofÃa, especialmente a Montaigne, hablaba español e italiano y empezaba a hacerse muy popular entre la sociedad parisiense por la agudez, el ingenio y hasta la erudición que demostraba en sus conversaciones.
Huérfana de madre a los dieciséis años, su padre muere un año después. La joven Ninon hereda un pequeño capital que le permite asegurarse una renta y adquirir una casa en la calle Turnelles, en el Marais, que pronto se convertirá en uno de los “salones” más prestigiosos de ParÃs, por el que pasarán los principales nombres de la polÃtica, la literatura y el arte francés. Naturalmente, también desfilarÃa por aquella casa el sinnúmero de amantes que le atribuyeron durante su larga vida -el último, el abate Gédoyn, cuando ya tenÃa ochenta años-; algunos de ellos, como Coligny, Gourville o el prÃncipe de Condé, personajes destacados de la historia de Francia. Se dice que el mismo Richelieu la pretendió, rechazándole Ninon al sentir auténtica aversión hacia el cardenal. Y es que para ella, tal y como lo repite en sus escritor, muy por encima del amor sensual, la pasión o el prestigio derivado de una relación con un personaje importante, se encontraba la amistad.
Entre sus grandes amigos de fama, Scarron, Saint-Évremond o Moliére, que acudÃa a las reuniones de la coqueta para consultarle pasajes de sus obras. Pero también grandes amigas, en cuya relación, en algunas ocasiones, se ha dejado deslizar una cierta ambigüedad, como la reina Cristina de Suecia o la señora de Scarron, futura Mme. de Maintenon, con la que compartió intimidades y amantes. Sólo la señora de Sévigné nunca pudo soportarla, y asà lo deja claro en su famosa correspondencia, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que Ninon fue primero amante de su marido y después de su hijo, cuando ya la coqueta contaba más de cincuenta años”.
Esta breve presentación de la Lenclos, Amigos y Desconocidos Lectores, está extraÃda de un texto más largo y ameno: el prólogo a Cartas al Marqués de Sévigné, es decir, LO QUE USTEDES DEBEN LEER. Aproximadamente cincuenta y cinco cartas, dirigidas al muchacho mencionado lÃneas arriba, y escritas con gracia, ingenio y la sana intención de educar a la criaturita en los entresijos del amor y del follar. Si la señora de Sévigné interceptó la correspondencia, tuvo que darle un satán desmesurado al constatar que la misma damisela que se habÃa cepillado a su marido estaba instruyendo a su hijo acerca del criterio adecuado para elegir amante, la inutilidad de los celos y lo tremendamente relativo de la virtud. Si alguno de ustedes ha sufrido en sus carnes la ignominia de ser sorprendido por mamá con una revista cerda en la mano izquierda, sabrán a qué me refiero. No hay furia en el infierno como la de un padre reprimiendo la actividad sexual de sus hijos.
Volviendo al tema que nos ocupa, Cartas al Marqués de Sévigné está escrito (valga la obviedad) por Ninon de Lenclos. Editado por sietemares. Traducido por una tal Fuencisla Serrano, con colaboración de Amelia Pascual. Me ahorraré los comentarios sobre los padres de Fuencisla y su imprudente uso de la licencia para bautizar. Hace falta cuajo, pobrecita mÃa.
USTED DEBE LEERLO SI
-quiere aprender del amor y otras catástrofes.
-no se asusta fácilmente, y menos aún de la cosa epistolar, género en decadencia donde los haya.
-quiere impresionar a alguien. Digo yo que alguien se impresionará. Pruebe en la playa o en el metro, donde proliferan los lectores de la señorita Danielle Steele o del señor Dan Brown. De ambos, por cierto, me ocuparé en sucesivas entregas.
-anda ocioso y tiene doce eypos que no sabe si invertir en drogas, discos o mermelada. Por esa cantidad, la droga será poca y mala. Hay otras maneras de conseguir discos. La mermelada es importante, pero qué le vamos a hacer, no se puede tener todo. Inviértalos en esto, hágame caso. Si se arrepiente y maldice mi estirpe hasta la séptima generación, le prometo un frasco de la próxima mermelada que haga. Discos no tengo y las drogas vuelan.
-ya ha terminado con la obra completa de Dorothy Parker. ¿No? Salga de aquà inmediatamente. Vaya a una librerÃa, a la biblioteca, a cualquier sitio donde tengan un ejemplar. Léalo. Vuelva a leerlo. Préstelo, recomiéndelo, hágase algonquino. Y entonces vuelva aquà y recuerde a Ninon de Lenclos.
Hay muchos otros motivos, por supuesto, y es posible que un extracto de las cartas acabe de convencer a los indecisos. Tendrán que esperar a la próxima entrega, porque mi tiempo de conexión se agota aquÃ. Ustedes vayan leyendo, yo iré escribiendo y ahà fuera, con total impunidad, hordas de bastardos seguirán sin acentuar las mayúsculas.
No lo permitan.
Saludos desde la biblioteca,
Constant Reader.