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  • Lo que no se dice

    Buenos días, Amigos y Desconocidos Lectores Constantes.

    Los rumores sobre mi muerte, como pueden comprobar, han sido muy exagerados. No digo que no haya estado peligrosamente cerca en más de una ocasión, pero el Lector Constante cae de pie, se sacude el polvo de las botas y prosigue tranquilamente su camino. Claro que sí.

    Les cuento ahora lo prometido en anteriores entradas. Los veteranos ya saben que, normalmente, no doy demasiadas explicaciones sobre las causas del retraso o la parquedad de las entradas de esta Guía del Buen Leer para Bien Vivir. Ni sobre eso, ni sobre nada más. Never complain, never explain, que me parece que no tiene una adaptación decente al castellano. Pero hoy, en el día de los Muertos, voy a dar unas cuantas explicaciones. Más que nada para evitar que vuelva a suceder lo que ya ha sucedido: que alguno de ustedes, Amigos, pregunte en público sobre asuntos a los que sólo puedo responder en privado, lejos de oídos indiscretos, y yo tenga que dar transparentes evasivas para salir del paso. Cuánto bocarrana suelto, demonios.

    La razón principal por la que esta Brújula para Lectores Perdidos ha estado inactiva es el curro. Cantidades abrumadoras de curro. Así de prosaico todo, compañeros. ¿Pensaban que el Lector Constante vivía mordisqueando el cuero de las tapas de un libro y lamiendo la humedad de las paredes de la Biblioteca Constante? Ya me gustaría, ya. Tengo curro, Amigos, porque de alguna forma hay que pagar el yogur, el alquiler y las pipas de Kowalski. Tengo muchísimo curro.

    Y dirán ustedes: a llorar a la iglesia, que los demás también curramos y, además, escribimos. Y dirán bien, pero es que mi curro consiste básicamente en eso, en escribir. Y cuando lo haces durante todo el día y hasta las nueve de la noche, te quedan pocas ganas de seguir haciéndolo en casita. También es cierto que buena parte de ese curro transcurre con los pies sobre una mesa, las manos sujetando una taza de café (y un cigarrillo) y la cabeza pensando chistes más o menos buenos. Con todo, he estado currando hasta no saber si había vida después del teclado. He dormido mal, he leído poco, he pensado muchas veces que había perdido el mojo para escribir. Hasta ayer. Ayer dije: hasta aquí hemos llegado y dejé el curro. En general, algunos Amigos Lectores lo saben, me sobran huevos para hacer surf en cualquier playa. Pero el sentido común dice que no es bueno dormir con la mandíbula apretada y despertarse tenso como las cuerdas de un violín, y que tampoco mola nada tener urticaria nerviosa, olvidar el día en el que vives o dejar de leer. Así que, como digo, hasta aquí hemos llegado.

    Todavía tengo quince días de curro intenso, lo que no va a ser óbice para dedicar al Lector Constante el tiempo que merece. Y si algún Amigo o Desconocido quiere ver los frutos de todo ese esfuerzo digno de mejor causa, lo tiene bastante fácil. Sólo necesita un aparato de televisión que sintonice la Cuatro, por la noche, el próximo martes. Yo, que no tengo tele, iré a verlo a un bar con los mismos compañeros que lo escribieron, y me alegraré por ellos si la cosa sale bien. Que seguro que sí, porque a esas horas no hay bibliotecas abiertas.

    Se vende
    Otro motivo por el que este Manual de Lecturas Perfectas no daba lo que prometía fue la reciente mudanza. Kowalski y yo nos mudamos, Amigos. Dejamos el rico y lustroso Barrio de Salamanca y nos fuimos a un lugar mucho más acorde con nuestro espíritu y nuestro exiguo caudal: un pequeño zulo en la Latina. Dijimos adiós con dolor a la vieja casa y a su residente habitual, el bueno de F.nm, que nos despidió agitando su pañuelito y soltando horrendos exabruptos por el cruel abandono en que le dejábamos. Nosotros también le echamos de menos, a él y a su hogar, donde lo mismo podía uno encontrar una sopa de algas y setas, un cómic, una maqueta de antigua estación de tren o una chavala atada al radiador y empalada por un curioso artefacto de goma negra. Snif.

    Debido al cambio de ubicación, la Biblioteca Constante, decíamos, está un poco más apretujada de lo que solía , y ya me va pareciendo una gran idea poner estanterías para libros en el cuarto de baño, sobre las puertas y bajo la cama: así de pequeña es la nueva sede de la Biblioteca Constante. Yo creía que estaría en la calle Humilladero, opción que me subyugaba completamente por la cantidad de promesas que evocaba ese nombre portentoso. Me equivoqué: está en la calle Oriente. Siempre será mejor orientar a los Lectores que humillarlos, pensarán ustedes. Sí, pero no he tenido conexión hasta hace dos semanas y eso dificulta bastante la cosa. Eso y la razón que voy a detallar a continuación.

    La razón última de mi ausencia, como ya saben por entradas anteriores, es un dardo certero del malicioso Cupido. ¿Qué creían, Amigos? ¿Que el Lector Constante vive protegido de esos tiros por cuatro capas de libros bien gruesos? Ja. Eso me habría gustado a mí. Hemos caído, Amigos. Hemos caído con todo el equipo. En lugar de estar escribiendo largas y amenas entradas sobre la necesidad de leer despacito a Dostoievski, he pasado los días bramando atrocidades, subiéndome por las paredes, tirándome por los suelos y pidiéndole a Yaveh Elohim que apartara de mí ese cáliz. ¿Por qué?, dirán algunos de ustedes, Con lo bello que es el amor y lo brillantes que te deja los ojos. Ya, claro. ¿Recuerdan que hace poco les recomendé echar un vistazo a la obra del señor M. P. Shiel? Pues ahora verán por qué y entenderán mi plegaria cotidiana a Alá, el compasivo, el misericordioso, para que saque de mi cuerpo estos demonios.

    La cita que sigue proviene de La mujer de Huguenin, recopilación de cuentos fantásticos editada por Reino de Redonda y traducida por Antonio Iriarte, que ustedes deberían leer. En el cuento La novia, el señor Teeger y la joven Rachel discuten sobre el amor. Ella dice que la mayoría de las chicas quieren tener marido y ser mujeres casadas, pero que no saben nada del amor ni lo entienden. ¿Y qué sabe ella del amor?, pregunta Teeger. Y entonces, Rachel contesta. (Negrita y cursiva, mías)

    ***

    [...] Era una locura, su nombre era Legión, era la posesión por las Furias; era un espasmo en la garganta, y una debilidad en los miembros, y un anhelo del blanco de los ojos y un incendio en los huesos; era catalepsia, trance, apocalipsis; era estar tan alto como una galaxia, era revolcarse feliz en el arroyo; era Vesuvio, aurora boreal, ocaso; era el arco iris en una cloaca, San Juan y Heliogábalo, Beatriz y Mesalina; era una transfiguración y una lepra, y una metempsicosis, y una neurosis; era la danza de las ménades y la picadura de la tarántula, y el bautismo en un sol.

    ***

    ¿Entienden por qué es complicado responder a sus preguntas en público, Amigos Lectores? El objeto de mis desvelos vive tranquilo e ignorante, mientras yo disimulo como buenamente puedo este estado extremo de los sentidos. Y como no es tarea fácil, porque estas cosas ya son muy evidentes por naturaleza, agradecería que reservasen su curiosidad para mi correo privado, donde puedo hablar sin que este asunto llegue a las personas que no deben conocerlo. Porque, naturalmente, el ingrato no corresponde. Si correspondiera, iba yo a estar aquí, pudiendo estar mirándole ir, o venir, o estar parado. Y además, tiene pareja, y el Lector Constante, que para otras cosas tiene la misma moral que una rata de alcantarilla, respeta en este campo el principio del juramento hipocrático: “Lo primero, no joder“. Vamos, no hacer daño.


    Ya se me pasará, porque es una enfermedad como otra cualquiera, y mi cerebro recuperará la química cotidiana y perderá la dispersión, y yo tendré más tiempo y más humor para escribir este Instrumento para Tallar la Buena Letra. Y mientras se pasa y no, pues a disfrutar de esos síntomas tan interesantes. ¿Se acuerdan de la última vez que se sintieron capaces de capturar un tigre con las manos desnudas? ¿Recuerdan la intensidad de todas las palabras? ¿Recuerdan caminar sin que los pies tocaran el suelo? ¿La quemadura de los celos, el mordisco profundo del monstruo de ojos verdes? ¿Recuerdan ser terriblemente felices, y ser espantosamente desdichados, y desesperarse absolutamente bajo una capa de estudiada indiferencia, para que no nos traicione el brillo de los ojos? ¿Recuerdan respirar y que el aire no baste? ¿Recuerdan dormirse pensando en lo mismo y abrir los ojos y volver a pensarlo? Claro que lo recuerdan. Quien lo probó, como decía Lope de Vega, lo sabe.

    Entenderán, entonces, que haya estado ocupando las horas en tanta actividad agotadora, y que sólo pudiera leer a Shakespeare y a cummings, y a Garcilaso, y a cualquiera que estuviera en sintonía con este desaforado sentimiento. Pero como me debo a mis Lectores Constantes y les he tenido tanto tiempo abandonados, dejaremos correr este espinoso asunto y volveremos a leer de todo un poco. Y, sobre todo, dejaré de exhibir impúdicamente las entrañas. Que ya está bien, coño.

    Dicho queda. Ahí tienen los motivos de la dispersión del Lector. Hay entradas a medio escribir, que calculo completar en estos días, pero más allá de eso, no puedo prometerles nada. Y con esto les dejo, que ya me he perdido el Tenorio por estar tratando de temas mundanos. Me voy al lugar donde uno va a ver la luz. Al cine.

    Tengan cuidado ahí fuera, donde una estocada certera acabará con todo.

    9 Comments

    1. Escrito el día 2 noviembre 2007 a las 12:02 am | Permalink

      He colegido sus quehaceres en cuanto he leído aquello de los pies encima de la mesa. Un clásico básico. Bravo por esa decisión laboral. Y el amor… bah, el amor. Como bien dice, es cuestión de tiempo.

    2. Escrito el día 2 noviembre 2007 a las 12:39 am | Permalink

      Esto del amor ye la puta de su madre ;) (y el laberinto se adormece tras una tenue espiral…)
      XXX
      K

    3. libia
      Escrito el día 2 noviembre 2007 a las 6:36 pm | Permalink

      El no tener trabajo asalariado, no implica no tener quehacer.
      Saludos desde acá.

    4. Antares
      Escrito el día 2 noviembre 2007 a las 8:22 pm | Permalink

      Por favor, ¿Podría ser más explícito(a)con respecto a lo del martes en “Cuatro” (hora, programa…)?.

      Un habitante de su ex-barrio (pero ni rico ni lujoso, que no es oro todo lo de Salamanca).

    5. Escrito el día 3 noviembre 2007 a las 2:43 am | Permalink

      No faltaba más. Le copio lo que dice la página web de la cadena al respecto:

      El próximo martes 6 de noviembre a las 22.15h, estrenamos el primer capítulo de nuestra serie, Gominolas, protagonizada por Fernando Tejero, Arturo Valls y Kira Miró en Cuatro y en la web en http://www.cuatro.com/gominolas.

      No creo que haya cambios respecto a la fecha y hora de emisión, pero ya sabe dónde ir a mirar si quiere asegurarse.

      Tenga cuidado ahí fuera, donde la televisión no es nutritiva.

    6. Sun-T
      Escrito el día 3 noviembre 2007 a las 2:27 pm | Permalink

      Querida Ingram:
      me congratulo de haberte encontrado en la red y mas en estas condiciones tan estoicas. Tan solo un breve apunte para recomendarle dos lecturas en consonancia con su ascetica personalidad forjada a base de cigarrillos y cafe.
      -”El chief de Kubrick” de Javier Cortijo
      -”Una noche de perros” de Hugh Laurie (si, el de House)
      -”La casa de Dios” de Samuel Shem
      Ayer encontre en una libreria una de sus recomendaciones: “Neverwhere” del infravalorado Neil Gaiman. Obvia decir los gratos recuerdos que eso me produjo.
      Espero que todo vaya tan bien como hasta ahora en su contumaz existencia. Un abrazo de:
      Sun-T (el que sepa leer sabra mi nombre)

    7. Escrito el día 4 noviembre 2007 a las 12:18 pm | Permalink

      Sapristi! no se puede usted imaginar lo mucho que comprendo todos sus bretes. Siempre he creído que ser mujer es una jodienda (ser hombre también, pero mucho menos y diferente). Apunto el Huguenin. Gracias!

    8. roi
      Escrito el día 5 noviembre 2007 a las 12:54 am | Permalink

      Leñe, lo de despertarme tenso me pasa a mí también desde que empecé a trabajar… y yo pensando que era por el colchón. Pues nada, haré yoga o algo.

    9. Escrito el día 5 noviembre 2007 a las 11:46 am | Permalink

      Muy buen blog, me ha encantado.

      Un saludo de chapadelamahou.

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