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  • Hic sunt leones o El asombro al otro lado del mundo

    Buenos días, Amigos y Desconocidos Lectores Constantes.

    Por increíble que parezca, estoy de nuevo con ustedes. Este ritmo tan desigual en las actualizaciones no me gusta más que a ustedes, pero la idea es que, en algún momento, pueda atenerme a una frecuencia más exacta. Una entrada o dos por semana sería adecuado, creo yo, aunque también sería estupendo que el queso creciera en los árboles y que tuviéramos superpoderes. Y no ocurre, oigan. Así que yo haré lo que pueda con respecto a este Mapa para Orientarse en la Biblioteca, y a ver si un día me levanto y puedo dar saltos de quince metros (y recoger el queso de lo alto del ciprés).

    Mientras tanto, inauguramos hoy una nueva sección: el Quita, bicho. Y dirán ustedes: “¿Bichos? ¿Por qué?”. A lo mejor no lo dicen, pero vamos a suponer que lo dicen. Y entonces yo contesto: “Por el asombro, Amigos”. Porque pasmarse es justo y necesario, y ya no resulta fácil hacerlo en un mundo sobreinformado como el nuestro. Vamos a poner un ejemplo sencillito que ilustre esta idea, para que lo pille hasta el del pupitre de atrás. Que le veo, que se está quedando frito.

    Hace cinco siglos, Amigos, un puñado de fulanos se echó a la mar océana a ver qué había detrás de la línea del horizonte. Ya saben, todo ese lío de la conquista de América. Esos tíos sin duchar tenían motivos muy concretos y prosaicos para darse el paseíto que se dieron: vamos porque necesitamos rutas comerciales, porque hay que extender el cristianismo, porque su Majestad lo ordena, porque se me pone a mí en los cojones… Pero yo quiero pensar que también les movía otro impulso, uno más antiguo y más humano y más irresistible: la curiosidad. Había demasiado territorio marcado con el hic sunt leones y había que ir a echarle un vistazo. Así que se remangaron, se fueron a buscar las Indias y encontraron el paraíso.

    Y esto nos lleva otra vez al asombro. Nosotros hemos visto cosas que no creeríamos, si no fuera porque las hemos visto. Y a los conquistadores les ocurrió exactamente lo mismo, salvo que ellos partían con quinientos años de desventaja informativa. ¿Qué pensaría Núñez de Balboa cuando se asomó al Pacífico? ¿Qué cara pondría Cabeza de Vaca cuando vio las cataratas del Iguazú? Y además, resultó que el paraíso ya no era solamente territorio hic sunt leones: era también hic sunt dracones. Correteando por ese edén alucinante, había un sinnúmero de bichos rarísimos, llenos de plumas, dientes, garras, escamas y hasta dos y tres cabezas, seguro. El susto de esa panda de cuidadores de cerdos tuvo que ser mayúsculo.

    En fin, no necesito decirles mucho más, porque ya está todo escrito. Esos años se llamaron la Era de los Descubrimientos, y los que estuvieron allí dejaron unas crónicas estupendas, llenas de asombro constante, y juramentos y protestas del tipo: “Os juro que es cierto, que yo lo vi con estos ojitos“. También los del otro lado, los tíos pequeños, morenos y vestidos de pluma y piel, se pasmaron considerablemente, pero no escribieron gran cosa al respecto, porque estaban muy ocupados cogiendo viruela, rezándole al dios más cercano o vendiendo caro el pellejo con sus espadas de obsidiana. Así que voy a recomendarles un par de lecturas básicas, y con eso dejamos la introducción y nos vamos otra vez a la sección que hoy se inaugura.

    Las crónicas de los conquistadores:

    La de Bernal Díaz del Castillo, que se llama Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, y de la que tienen una edición seleccionada, con notas para el estudio, cuadros cronológicos, glosario y demás cosas útiles, en Castalia. A cargo del profesor Alberto Rivas Yanes. No tengo la cámara de fotos a mano, así que les enseño la portada original, que es bastante bonita, y les hago un pequeño extracto debajo.

    Díaz del Castillo

    Díaz del Castillo es de los de “yo estuve allí, así que hacedme caso a mí, y no a esos tíos que escriben de lo que no saben“. Además de explicarnos montones de cosas interesantes que hizo y vio en tierra de nadie, es un relator estupendo, con un ojo increíble para la técnica narrativa. Les copio mi parte favorita, según la edición que he citado, y así podrán juzgar ustedes solitos.

    Para que entiendan de qué va todo esto, tienen que saber que, estando Cortés en Cozumel, recibió noticia de que había dos españoles en la costa de Cotoche, miembros de una expedición anterior, que habían sido capturados y eran esclavos de un cacique de la zona. Cortés mandó un mensajero, que llevaba cuentas y abalorios, es decir, el rescate de los prisioneros para el cacique, y dos cartas para los españoles, diciéndoles que fueran a Cozumel y se reunieran, ya libres, con sus hermanos de patria y fe, que les esperaban en su navío. Y así nos lo cuenta Díaz del Castillo:

    ***

    [...] y echaron en tierra los mensajeros con las cartas y el rescate, y en dos días las dieron a un español que se decía Jerónimo de Aguilar, que entonces supimos que así se llamaba, y de aquí en adelante así le nombraré. Y desque las hubo leído, y recibido el rescate de las cuentas que le enviamos, él se holgó con ello y lo llevó a su amo el cacique para que le diese licencia; la cual luego la dio para que se fuese adonde quisiese.

    Caminó el Aguilar adonde estaba su compañero, que se decía Gonzalo Guerrero, que le respondió: “Hermano Aguilar, yo soy casado, tengo tres hijos y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras: íos vos con Dios; que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas; ¿qué dirán de mí desque me vean esos españoles ir desta manera? E ya veis estos mis tres hijitos, cuán bonitos son. Por vida vuestra que me deis desas cuentas verdes que traéis, para ellos, y diré que mis hermanos me las envían de mi tierra“.

    ***

    Qué bien puestos los tenía Guerrero, hombre de mar, natural de Palos. Se tatuó la cara, se puso unos pendientes, se arrejuntó con una nativa, se hizo indio y de ahí no hubo quien lo moviera. Aguilar intentó convencerlo, sin ningún éxito, y finalmente tuvo que renunciar e irse solito al lugar donde esperaba el navío de Cortés. Que, vaya por Dios, ya no estaba allí cuando llegó. Y hasta ahí puedo leer. El resto, se lo leen ustedes en sus casitas.

    También pueden echarle un vistazo a la crónica del caballero Alvar Núñez Cabeza de Vaca, los Naufragios. La increíble historia del tío que entró por Florida, salió por Sinaloa y pasó ocho años de interminable caminar por esa tierra ignota y alucinógena. Seguramente fue el primer hombre blanco que vio bisontes.

    Cabeza de Vaca

    Y para los fans del arrebato y del ahí me las den todas, está La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, que escribió Ramón J. Sender y que es una maravilla. La búsqueda del Dorado, el descenso del Amazonas, los peligros de la selva marañona y el padecimiento de la tarumba equinoccial, que es el nombre científico del satán que le dio a este vasco desquiciado cuando decidió que iba a hacer exactamente lo que se le pusiera en los cojones. Imagínenlo con los estupendos rasgos de Klaus Kinski y disfruten, porque el libro lo merece (y la película también).

    Y para entender cómo ocurrieron las cosas al otro lado del mundo, algo más actual:

    Jared Diamond

    Jared Diamond explica, de la forma más amena que puedan imaginar, cómo se las arregló una civilización para poner bajo su bota a otras. A base, por supuesto, de armas, gérmenes y acero. No quiero destriparles absolutamente nada. Lean y sean felices. Y ya que están, miren también algún bestiario medieval, que era el Créase o no de Ripley, el Increíble pero cierto de la época, e intenten experimentar un poquito de pasmo. Porque hemos perdido tanto asombro en el curso de nuestros viajes que vivimos con los sentidos completamente entumecidos. Nada nos deja ya boquiabiertos, nada nos maravilla más allá de diez segundos, y es una auténtica pena.

    Eso les traigo hoy, Amigos: el pasmo cotidiano, que sólo es cosa de mirar con detalle y dejar actuar a la química de la sorpresa. ¿Y dónde podemos pararnos a mirar? Casi en cualquier parte.

    Por ejemplo: ¿ustedes han oído hablar de Mérgulo de Xantus? ¿Será un monje de la orden de San Benito, que pasó treinta y cuatro años amarrado al scriptorium, copiando los textos árabes que albergaba la biblioteca? ¿Algo parecido a esto?

    Otro posible Mérgulo de Xantus

    Pues no. No hubo un Fray Mérgulo de Xantus, que sepamos. A lo mejor es otra cosa. Una cosa así de mona:

    Mérgulo de Xantus

    Mérgulo de Xantus (Synthliboramphus hypoleuca hypoleucus)

    ¿Qué nos dice la Red de este bichejo? Miren:

    Green y Wood (1939) reconocieron por primera vez a la subespecie del mérgulo de Xantus que anida en Isla Guadalupe como distintiva. El hábitat de reproducción conocido de esta subespecie por ahora se ha limitado a los islotes Negro, Zapato, Roca Gárgola y potencialmente en la roca sin nombre cerca de Toro. Es de importancia crítica para su conservación mantener los islotes como un refugio sin gatos, ya que el mérgulo de Xantus es sensible a los depredadores introducidos”.

    No sé ustedes, yo me pasmo cada vez que lo veo. Mérgulo de Xantus, gracias a su padre científico, John de Xantus, que portaba un apellido definitivo. No habría sido lo mismo un mérgulo de Dupont, o de Linares, ¿verdad? Y además tiene miedito de los gatos, qué tierno. ¿Y el lugar en el que vive? Un islote llamado Negro ya es una cosa bellísima, pero ¿qué me dicen del islote vecino, de ese Zapato? Roca Gárgola y la roca sin nombre cerca de Toro también hacen subir enteros mi felizómetro.

    Los que crean que tampoco es para tanto y que las cosas tienen el nombre que les damos y punto pelota, háganme el favor de buscar Madagascar en un atlas. ¿Lo tienen? Pues echen un vistazo alrededor y díganme si no es portentoso y perfecto que haya unas islas llamadas Cargados Carajos. Un carajillo (cargado) para el Lector Constante que me averigüe el gentilicio y me lo cuente en los comentarios.

    El asombro continúa. En la isla de Rodríguez, junto a las islas de Cargados Carajos, vivía otro pájaro perfecto: el solitario de Rodríguez (Pezophaps solitaria o Didus solitarius), un primo carnal del dodo, tótem venerado en la Biblioteca Constante por su estado extinto, su aspecto y su nombre latino: didus ineptus.

    Solitario

    Otro día hablaremos de él, de los naturalistas que se apresuraron a dibujarlo para dejar boquiabierto al mundo científico y de la importancia del Bestiario para que el universo no se resquebraje por los cimientos. Y del catoblepas, y del narval, y de todos los bichos que merecen una larga, larga mirada. Y de los bichos literarios, que también tienen lo suyo.

    Hoy, veneren al mérgulo de Xantus. Los chavales de Greenpeace se lo agradecerán, porque viven angustiadísimos de que se nos extinga. No es que yo le desee nada malo al pajarito, pero a estas alturas ya importa poco que viva o muera. Ya no vive ninguno de los indios que fascinaron a Bernal Díaz del Castillo, y los que se pasmaron leyéndole hace cinco siglos, también crían malvas hace ya tiempo. No importa. Lo que se ha leído no puede dejar de leerse y aquí estamos, con los ojos como lunas llenas y la boca abierta, pasmándonos de todo ello. Lectores Constantes y Asombrados, para siempre.

    Tengan cuidado ahí fuera, donde las cosas son tan, tan raras.

    16 Comments

    1. isma
      Escrito el día 24 noviembre 2007 a las 2:54 pm | Permalink

      Yo de Jared Diamond me leí ¿Por qué es divertido el sexo? que tambien me pareció muy entretenido y divulgativo, con detalladas explicaciones sobre la sexuación del feto en el embarazo, y las cosas que fallan en los casos intersexuales, o teorías sobre por qué los humanos y chimpances tenemos penes mucho mayoers que los gorillas y orangutanes que, siendo unos montrescos, se apañan con vergas de cuatro centimetros (y además se dedican a la jodienda colgando de los abroles).

    2. Szalai
      Escrito el día 24 noviembre 2007 a las 11:52 pm | Permalink

      Jared Diamond mola. Armas, Gérmenes y acero es toda una revelación, aunque al final se le va un poquito la pinza. Por qué es divertido el sexo? es inteligente y al mismo tiempo jocoso. Debería gustarle a todo el mundo, pero el queso no crece en los árboles (al menos en los míos). Colapso lo tengo pendiente (caerá, ahora que está en edición de bolsillo).

      La autobiografía de Klaus Kinski (Yo necesito amor) también mola, aunque no se centra demasiado en el cine. Salió originalmente para la sonrisa vertical y queda muy bien en las estanterías.

      Yo pensaba que Quita bicho! sería otra cosa, del tipo vaya truño me acabo de tragar, pero mejor así. Demasiada bola se les da ya.

      Saludos,

    3. elraspar
      Escrito el día 25 noviembre 2007 a las 7:47 pm | Permalink

      Hay una anécdota de -creo- Cabeza de Vaca, que ilustra a las mil maravillas el estado de estupefacción de los marinos a llegar al Nuevo Mundo y su reacción frente a él.
      Fondeados en una hermosa Bahía Brasileña el capitán invita a sus subordinados a que se den un baño desnudos en tan plácidas y prístinas aguas. Maravillados por lo colorista e inusual de los peces que tienen a la vista, toman uno al azar y se lo pasan de uno a otro con el pasmo lógico de quien no ha visto el arcoiris plasmado en una piel de escamas. Cansados del juego, en lugar de devolverlo al agua dejan que boquee en la orilla hasta morir. Y ahí se dio cuenta el fulano de que algo iba mal. Y así era.

    4. Escrito el día 25 noviembre 2007 a las 11:03 pm | Permalink

      Aplaudo y basta, que no tengo palabras.

      Te sea propicio el amor (ese del que hablaste u otro mejor).

    5. Escrito el día 26 noviembre 2007 a las 8:54 am | Permalink

      Permítame recomendarle la lectura de los libros “Magallanes, hasta los confines de la Tierra” de Laurence Bergreen y sobretodo el “Diario de a bordo” de Cristóbal Colón.

      En otro orden de cosas le recomendaría que se hiciera con la colección de tebeos sobre el Quinto Centenario publicada por Planeta entre los que destacan la versión de Lope de Aguirre dibujada por Alberto Breccia y la Desaparición de Gonzalo Guerrero, dibujada magistralmente por Miquel Calatayud.

    6. Escrito el día 26 noviembre 2007 a las 12:04 pm | Permalink

      Estupenda entrada. Cómo se nota que ahora tienes más tiempo, ¿eh? Pues sigue así, subiendo cositas por aquí, que nos encantan. (Por cierto, hola Gustavo, parece que también coincidimos por aquí.)
      Un abrazo muy fuerte, que escriba usted mucho y bueno. Nos vemos delante de una caña (Pero sin cigarrillo, eso sí.)

      Un saludo del Canibalibro.

    7. Escrito el día 26 noviembre 2007 a las 8:55 pm | Permalink

      Me quito el bombín y me lo como si hace falta. Más bichos, ¡más!…

    8. Escrito el día 27 noviembre 2007 a las 12:17 am | Permalink

      Hola Canibalibro, jajjajj!! Unidos también por el amor a la literatura!!

    9. Stiletto
      Escrito el día 27 noviembre 2007 a las 12:39 am | Permalink

      ¡Aaaaaahhh, lo que yo disfruto con este blog! No sé cómo no lo han incluído aún en la lista de pecados capitales. ¿O quizá lo está ya, y tengo que añadir el placer de pecar gravemente con toda conciencia?
      Pues eso, que te sigo desde hace largo tiempo. A pesar de los parones. A escondidas, sin dar señales de vida, pero acechando el próximo post.
      No quisiera caer en el sentimentalismo, pero me brilla el ojo y se me aguza el colmillo cada vez que veo que hay novedades. Y no defraudas. Poco, espaciado, pero con enjundia.
      Por cierto, si no he entendido mal, parece que tienes un programa de radio. ¿Hay alguna forma de escucharlo por Internet? Porque tener una dosis con periodicidad regular es una idea de lo más tentadora…
      Vuelvo a las sombras, entre las pilas de libros que amamos, con una profunda reverencia.
      Rendidamente,
      Stiletto

    10. gus
      Escrito el día 27 noviembre 2007 a las 3:49 pm | Permalink

      ¿Chepudos carajíes?

    11. Aquiles Zurita
      Escrito el día 27 noviembre 2007 a las 6:17 pm | Permalink

      Mérgulo de Xantus pareciera un personaje de don Álvaro Cunqueiro y Mora Montenegro (o, en el peor de los casos, de las fantasías medievales del signore Umberto Eco). Me parece excelente este manual de bibliotecología recreativa suyo de usted. En esta ultima entrada debería haber incluido la bellísima y premonitoria frase del Diario de Colón (de la que luego hizo Caballero Bonald su propio sayo): “Toda la noche oyeron pasar pájaros” (o estaban cerca de tierra, o de un bar de ambiente)

    12. Libia
      Escrito el día 27 noviembre 2007 a las 7:24 pm | Permalink

      ¡Lo tengo! El Banco de Cargados Carajos también responde al muy decente y religioso nombre de San Brandón y, como forma parte de la República de Mauricio, el gentilicio es mauriciano o mauriciana.
      Ahora que, si lo que preguntaba era el gentilicio de Madagascar, tampoco es poca cosa: Malgache.
      Qué tal, ahora quiero mi carajillo cargado de manzanilla (no porque le tenga un especial apego sino por lo contrario: nunca la he probado).

    13. C. Rancio
      Escrito el día 29 noviembre 2007 a las 12:01 pm | Permalink

      Apreciada Sara, ¿sabe como llamaron los conquistadores a los bisontes? ¡vacas corcovadas!

      Por cierto que la Jornada de Omagua y Dorado, la narración de la aventura demente de Aguirre escrita por uno de los participantes, estaba en el libro de bolsillo de Alianza y es lectura de gran entretenimiento.

    14. Escrito el día 29 noviembre 2007 a las 10:43 pm | Permalink

      Muchas gracias, Amigos y Desconocidos Lectores Constantes, por sus comentarios.

      Gracias concretas, que no se diga:

      *Ismael: me obliga usted a buscar el libro que recomienda. Me intriga sobremanera la diferencia de tamaño entre lo que tienen los gorilas y lo que tienen ustedes. Alguna buena razón habrá para ello, no lo dudo. A ver si la descubro.

      *Szalai: flautas, pífanos, salterios y una piñata para usted, por tanta buena recomendación. Y respecto a la sección de basura literaria, estuve muy tentada de crearla, sí, pero luego lo pensé dos veces y decidí que mejor no. Los Lectores Constantes la detectan solitos estupendamente, y yo prefiero recomendar lo bueno, porque no tengo tanto tiempo que perder. Y quien nunca se haya leído conscientemente una mierda de dimensiones aterradoras, que tire el primer tocho de Jean M. Auel (por ejemplo).

      *Elraspar: mil gracias por la anécdota, es muy bella. Pase un día a verme por la Biblioteca Constante, que tengo alguna exquisitez para usted.

      *BLF: sus buenos deseos se agradecen, pero están lejísimos de hacerse realidad. El ingrato, aunque no le he preguntado al respecto, seguramente prefiere comer cristales antes que venir a una bacanal para dos en la Biblioteca Constante. Qué le vamos a hacer. Siempre nos quedará leer cosa buena.

      *Gustavo Rico: los diarios de Colón los leí hace unos años, cuando me calcé la broma de ocho literaturas hispanoamericanas. Fue divertido, hubo un examen final que versó exclusivamente sobre Juan Rulfo, hubo un trabajo comparativo sobre Borges, Arlt y Cortázar (que no se parecen en nada, fue mi conclusión), hubo un monográfico sobre el género breve (el microrrelato, el aforismo, el axioma, el refrán y hasta la pintada en la pared) y hubo otros muchos placeres de ese pelo. Pero el cómic no lo conocía y Breccia me parece un titán, así que echaré un vistazo, a ver si lo encuentro. ¡Gracias por recomendarlo!

      *Canibalibro: ya ve que sí, que mi tiempo vuelve a ser mío. Estoy aprendiendo cosas harto interesantes, que le contaré cuando nos veamos. Sobreviva usted a lo suyo, hágame el favor, y recuerde que no tenemos dos vidas, la de ensayar y la de hacerlo bien. Sólo tenemos ésta, y hay mucho y muy bueno para leer.

      *Stiletto: gracias por su atención. Me temo que no hay manera de escuchar el programa de radio, a menos que resida usted en Gijón. Es una sección breve, un día a la semana, veinte minutos como mucho, pero yo disfruto como un búfalo en un charco. De todas formas, me ha dado una idea interesante: actualizar una vez a la semana contando lo que hemos recomendado en el programa y cualquier comentario interesante que haya surgido en el intento. A ver si me pongo a ello.

      *Gus: buen intento, pero me da en la nariz que no ha acertado.

      *Aquiles Zurita: he leído poco Cunqueiro. Sólo “El hombre que se parecía Orestes”, “El incierto señor don Hamlet” y “Las mocedades de Ulises”. Y ya hace tiempo de eso. A ver si lo recupero, era interesante. La anécdota que cuenta usted es bellísima, por cierto. Intento acordarme ahora de dónde leí una casi tan bella, respecto a un conquistador español que se sentó una noche, todo melancólico, a comer naranjas que se había traído de España, en una colina que los nativos empleaban para dar culto a sus dioses. El hombre se comió sus naranjas y enterró las semillas. Cuando llegó la expedición siguiente, tiempo después, se acercaron a la colina y casi se echan a llorar, porque el aire les traía aroma de azahar, de manera que muchos creyeron estar de vuelta en su casita del sur de España. Había cuatro hermosos naranjos creciendo allí, y eran el fruto de la nostalgia.

      *Libia Brenda: amiga, usted se lleva el carajillo. Aunque ha hecho un poquito de trampa, porque malgache o mauriciano son gentilicios de la república y la isla grande, respectivamente, y yo creo que los habitantes de Cargados Carajos tienen que tener otro específico. En cualquier caso, suyo es el trofeo. Véngase a buscarlo cuando quiera.

      *C. Rancio: muchísimas gracias, ése no lo conocía y me lo apunto.

      Y ustedes, Desconocidos y Mudos Lectores Constantes, ya saben: hagan caso de tanta buena recomendación. Se acerca el invierno y es mejor que nos pille con una pila de libros y una mantita caliente.

      Tengan cuidado ahí fuera, donde hace ya un frío inhumano.

    15. Sun-T
      Escrito el día 3 diciembre 2007 a las 10:04 pm | Permalink

      Llevaba tiempo con ganas de leerme a Jared Diamond, pese a mis ideas paganas se lo pedire a los Reyes Magos o al camello mas cercano.
      Acabo de hacer una reseña de esta pagina en mi blog, el cual no se acerca al suyo ni de lejos, falta de experiencia!
      Un beso
      http://cronicasdesdelaataraxia.blogspot.com/

    16. Escrito el día 3 diciembre 2007 a las 10:15 pm | Permalink

      Me encanta el concepto “tarumba equinoccial”. Y Bernal Díaz del Castillo es absolutamente moderno y atemporal, como todos los clásicos de verdad.
      Toda, toda la historia -las historias- de eso que llamamos “la conquista de América” son flipantes y asombrosas, desde las expediciones que desaparecieron y vete tú a saber quién se los comió (como esos que dejó Colón bien instalados y al año siguiente no quedaba rastro de ellos) hasta esos que llegan a Florida y ascienden por los Everglades, por no entrar en la Malinche, que vamos, aún te paras a pensar y es que no te crees la caída del imperio azteca, digna de la mejor novela de aventuras hecatombescas.

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