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  • Naufragio y biblioteca

    Buenos días, Amigos y Desconocidos Lectores Constantes.

    Alegría y alborozo, pífanos y salterios, yuju y yupi, Amigos, porque la Biblioteca Constante se ha trasladado a una nueva sede, donde todo es luz y espacio para poner estanterías. Se acabaron las pilas junto a la cama, bajo la mesa, sobre la vitrocerámica. Se acabó el guardar toda la ropa en dos maletas para hacerle sitio a la última remesa de libros. Se acabó la miseria, coño ya, hombre.

    Por culpa de la mudanza y otros asuntos propios del cambio, el Lector ya lleva demasiado tiempo en letargo, así que vamos con una entrada múltiple de ésas que contentan, más o menos, a todo el mundo. Otras cosas tengo por ahí guardadas, pero serán para otro día, porque un capítulo a medio escribir me está mirando con ojos de profunda desaprobación y el fin de semana pienso pasarlo mirando al mar. Ahí vamos.

    a) ¿Saben ustedes lo que es el síndrome de Robinson Crusoe? Yo no lo sabía, pero ahora ya lo sé y ustedes también pueden saberlo. Le cedo la palabra al caballero Stephen King, que fue el que me lo enseñó a mí. Hablando acerca de la escritora J. K. Rowling y de los libros del celebérrimo Harry Potter, de los que King se declara fan devoto, dice el caballero lo siguiente. Cursivas, negritas y traducción cutre, todas mías:

    ***

    A veces Rowling cae presa del síndrome de Robinson Crusoe. En Crusoe, cada vez que el héroe náufrago necesita algo, se aventura hasta su barco -que está convenientemente encallado en el arrecife que rodea su isla desierta- y coge lo que necesita de los pertrechos de la nave (en uno de los saltos de continuidad más divertidos de la historia de la literatura inglesa, en una ocasión Robinson nada desnudo… y, una vez allí, se llena los bolsillos).

    De la misma manera, cada vez que Harry Potter y sus amigos se encuentran en dificultades, se sacan de la manga un hechizo nuevo -fuego, agua para apagar el fuego, escaleras que se transforman convenientemente en un tobogán- y salen bien librados.

    ***

    Pues ya lo sabemos. Seguramente ustedes conocían ya el concepto bajo su nombre más común, deus ex machina, o bajo el más coloquial tener una potra increíble. Es un recurso más viejo que el hilo negro, pero eso no justifica su uso indiscriminado. Amigos, tengan cuidado con el síndrome de Robinson Crusoe, porque lo sufren los escritores perezosos que, en lugar de romperse la cabeza para sacar al héroe del lío en que se ha metido, prefieren hacer caer del cielo la solución exacta a sus problemas. Mal, mal. Hay que currárselo un poquito más.

    ¿Otro ejemplo de la misma cuerda? Julio Verne y sus naufragios perfectos. Relean, si lo tienen por casa, Dos años de vacaciones. Los críos van a parar a una isla estupenda, donde hay fruta rica al alcance de la mano, animalitos mansos, pesca abundante, caza sencilla… Por tener, tienen hasta el árbol del pan, que es una cosa increíble, y una especie de grosellero salvaje que les sirve para hacer alcohol y (suponemos) liarla parda los viernes. Por si eso fuera poco, el barco en el que iban es como el de Robinson: un supermercado gigante, encallado en la playita, al que pueden ir a buscar herramientas, armas, velas y hasta juguetes.

    Vamos, que los críos se tiran dos años de vacaciones, sin adultos que molesten y con cantidad de cosas que hacer para no aburrirse y acabar esquizofrénicos. Verne era muy dueño de ponérselo fácil a sus chavales, pero ustedes, que ya tienen una edad y entran con más dificultad al trapo, también son muy dueños de decir: a reírte de tu madre, tío listo, y darle a su niño algo un poco más serio para leer. Y cuando digo “algo más serio” me estoy refiriendo a esto:

    Esto lo escribe Michel Tournier, lo ilustra Juan Ramón Alonso Díaz-Toledo, lo traduce Mercedes Pastor y lo editó Noguer. ¿Y por qué hay que leerlo y dárselo a leer a los Pequeños Lectores Constantes? Porque es una versión alternativa de Robinson Crusoe y porque pone las cosas en su lugar. Me explico. Si usted tiene fresco el libro de Defoe, recordará que el amigo Robinson era una criatura más bien repelente, especialmente por episodios como el de Viernes.

    Les refresco la memoria: después de un tiempo de soledad absoluta, Robinson encuentra a un grupo de indígenas en una región apartada de la isla. Los indígenas, naturalmente, están entregados a un sangriento ritual: desmembrar con machetes a un infeliz y echarlo al fuego. Robinson no interviene, por si las moscas, pero se queda con muy mal cuerpo. Un tiempo después, los indígenas aparecen otra vez, con intención de trocear a otro desgraciado, y ahí nuestro héroe actúa como tal y los pone en fuga. Sólo queda en la playa uno de ellos: el que iba a ser la víctima, un indígena tembloroso, jovencito y algo más blanco que el resto, que se apresura a correr hacia Robinson y poner su cabeza bajo el pie de ese señor que acaba de salvarle la vida.

    Total, que Robinson coge al indígena y lo bautiza Viernes, por el día de la semana en que lo salvó. Ahá, dirán ustedes. No, nada de eso. El Pequeño Lector ni se inmuta, pero es para pensárselo. Crusoe no le pregunta cómo se llama, porque no le importa una mierda. Para él, esa criatura salvaje es poco menos que un blanco y poco más que un perro, y le borra de un plumazo todo su pasado, toda su existencia previa al encuentro por el sencillo sistema de darle un nuevo nombre. Defoe sabía lo que escribía, Amigos. Como Adán en el jardín del Edén, ponerle nombre a algo es crearlo, definirlo, sacarlo de la nada y ponerlo a la luz, en el mundo. Eso es lo que está haciendo Robinson: recrear a Viernes, extraerlo de la oscuridad indígena y además, hacerlo cristiano. Con dos cojones, compañero.

    No se queda ahí la cosa. Robinson ya ha definido al indígena: tú Viernes. ¿Qué es lo que falta? Definirse a sí mismo frente al muchacho. Y ahí va la bomba: tú Viernes, yo Amo. Así es como enseña a Viernes a llamarle: Amo. Y dirán ustedes: pero eso es propio del contexto histórico de Defoe, y también Verne y otros mil tenían ese ramalazo de superioridad blanca y occidental sobre todo lo que respiraba cerca. Que sí, que vale, que no pasa nada. No estamos intentando reescribir la literatura incorrecta. Pero Tournier le da un giro estupendo al asunto, preguntándose y respondiendo a lo que el Lector Curtido se preguntó también en su momento: ¿qué pensaría Viernes de ese fulano blanco, protestante y rarito que se empeñaba en ponerle pantalones y enseñarle a rezar?

    Viernes o la vida salvaje es la versión infantil del primer libro de Tournier, que se llama Viernes o los limbos del Pacífico. La versión adulta tuvo un éxito tremendo, pero si quieren que les diga la verdad, la infantil es igual de buena o mejor, y yo recomiendo leer primero la de niños y saltar luego a la de adultos. Les cuento ahora por qué hay que leerlo y regalárselo al Chiquillo Lector. Ahí vamos de nuevo.

    En Viernes o la vida salvaje, las cosas son más o menos como en el libro original, salvo que Robinson se desespera en su isla como se desesperaría cualquiera de nosotros. Tiene un montón de objetos útiles y no le falta comida, como hemos visto más arriba, pero no es bueno que el hombre esté solo, ningún hombre es una isla y todo eso que ustedes ya saben. Por fortuna, por allí corretea también el perro del barco, Tenn, que le ayuda a no volverse loco y a no subirse por las palmeras. Por desgracia, no es suficiente. Un buen día, Robinson descubre un pantano gorgoteante y apestoso, donde los cerdos salvajes pasan las horas enterrados en barro, protegidos de los mosquitos y refrescándose tan felices. Nuestro héroe, que ha tenido un día bastante malo, se quita la ropa y se mete allí hasta la nariz, un poco por probar. Los vapores sulfurosos del pantano lo envuelven y lo intoxican, y Robinson se siente como un niño mecido por las corrientes, y los árboles enormes que le rodean le parecen los adultos que cuidan de ese bebé desnudo e indefenso. En ocasiones le parece ver a su hermana, muerta tiempo atrás, y habla con ella; a ratos tiene visiones de grandes barcos, de espíritus, de criaturas que le acompañan en esa cotidiana intoxicación de los sentidos. Vamos, que Robinson se agarra unos colocones de órdago y sale del pantano sucio de barro, aterido, febril y sintiéndose una bestia entumecida y atontada.

    No tarda en darse cuenta de que el pantano es peligroso y adictivo, una evasión fantasmagórica que le aparta del recto camino de la civilización, que le aturde y le embrutece. Lo mismito que si se hubiera dado a las droguitas en Inglaterra, vaya. En un ataque de responsabilidad y remordimiento que algunos de ustedes reconocerán a la perfección, Robinson decide abandonar para siempre ese lugar de placeres repugnantes, remangarse y ponerse a trabajar como un poseso, único remedio para los terrores de la soledad y el aburrimiento. Y qué empeño le pone, Amigos. Para cuando encuentra a Viernes, tiene la isla hecha una bombonera o un cuartel. Las cabras están numeradas y censadas, la cosecha está planeada y organizada hasta el último grano, el trabajo está regulado y el descanso mucho más. Vamos, que sólo le falta poner un loro despertador a las seis de la mañana y salir a correr por entre las palmeras.

    Viernes, como en el libro original, acata las órdenes de Robinson y acepta esa forma de vida extraña y restrictiva. Se pone pantalones, aprende a fumar en pipa, trabaja como un bendito y no se come nada que no deba comerse, ni hace nada que el amo blanco no haya permitido. Pero al cabo de un tiempo, Viernes se aburre del juego y decide que Robinson es un coñazo y que la vida puede ser mucho más sencilla e interesante. Y ahí empieza, Amigos, la auténtica diversión. No les cuento lo que ocurre, ni la manera en que Robinson entra tímidamente al juego de Viernes, ni los descubrimientos que hacen, ni las curiosísimas normas de convivencia que se imponen, porque les estropearía un placer como pocos. Episodios como el del macho cabrío y el arpa eólica o el de la cueva de la luz blanca merecen que ustedes los descubran por sí mismos. Y, cuando hayan terminado, pásenle el libro a su Pequeño Lector y cómprense el de adultos, que tiene partes que no salen en el de críos, por razones que se harán evidentes cuando lo hayan leído.

    Sobre Robinson y su síndrome volveremos en breve, cuando hablemos otra vez de los cuentos de hadas y de un elemento estupendo que tienen todos: la superación victoriosa del conflicto.

    b) Hale, a otra cosa. Por ejemplo, un breve extracto de una lectura reciente:

    ***

    Hay una anécdota sobre Auden, quien escribió el verso “Los poetas conocen los nombres de los mares” en un poema. Cuando volvió la prueba de imprenta, el verso decía “Los puertos conocen los nombres de los mares“, y Auden lo dejó así porque le parecía que la errata mejoraba el original.

    ***

    Nunca subestimen la capacidad de un error para acabar siendo un acierto, Amigos. Y entre tanto, lean el estupendo libro del que está sacada la anécdota: El arte del montaje. Una conversación entre Walter Murch y Michael Ondaatje.

    Lo escribe Michael Ondaatje, lo traduce Alejandro Pradera y lo edita Plot Ediciones. Léanlo si, como yo, tienen solamente una muy vaga idea del trabajo del montador en una película y piensan que es el fulano que pega juntos trozos de la película mientras el director dice “esto aquí” o “esto fuera”. Que sí que es eso, pero es mucho más, y yo no lo sabía y ahora soy un poco más feliz que antes, cuando no lo sabía. Hay que ver lo que se aprende cuando uno no tiene ni puta idea de nada. Y además, va trufado de anécdotas sobre, yo qué sé, El Padrino, o sobre el nuevo montaje de Apocalypse Now, y también sobre otras muchas películas que sirven de muestra y ejemplo de lo que el señor Murch quiere explicarle al señor Ondaatje acerca de su trabajo.

    c) Un poema, porque andan ustedes muy huerfanitos de poesía. Y es que no es nada fácil recomendarla, pueden creerme. Así que cuando encuentre algo que me parezca digno de que ustedes le echen un vistazo, se lo traeré tal cual, ahorrándoles el esfuerzo de espigar lo bueno de entre lo mediocre, que es un problema gordo que tiene la poesía, hasta en sus mejores y más cuidadosos frutos. Lean:

    ***

    Para deleitarte haré pasadores para tu pelo y juguetes
    como canciones de pájaros en la mañana, brillantes
    como estrellas en la noche.
    Levantaré un palacio sólo para nosotros
    de días verdes como los bosques y azules como el mar.
    Yo prepararé mi comida y tú arreglarás tu cuarto
    donde fluye blanco el río y brillante ondea la retama
    y lavarás tus enaguas y mantendrás tu cuerpo blanco
    con la lluvia de la mañana y el rocío de la noche.

    Y tendremos por música cuando nadie esté cerca
    una hermosa canción que cantar, una preciosa
    canción que escuchar
    que sólo yo recuerdo, que sólo admiras tú,
    la del ancho camino que avanza y el fuego del sendero
    .

    ***

    Esto lo escribió este señor,

    que respondía al nombre de Robert Louis Stevenson. No puedo acreditar la traducción del poema que les he puesto ahí arriba, porque lo tenía copiado en un cuaderno adolescente, pero tienen ustedes en Hiperión una buena edición bilingüe de los marineros poemas de este caballero, y esa traducción sí que puedo acreditarla, porque tengo el libro en la nueva sede de la Biblioteca Constante. Se llama De vuelta del mar y le hace la selección, traducción y notas el señor Javier Marías.

    Dicho todo lo cual, me vuelvo al curro. Tengo montones de cosas acumuladas en carpetitas, la semilla de futuras entradas, y son cosas que me apetece muchísimo contarles, pero el sentido común me dice que haré bien en dejarlo para cuando la Biblioteca Constante tenga luz, gas, agua y un sofá grande y cariñoso. Hasta entonces, los de Gijón pueden poner la cadena SER los martes por la tarde y los demás pueden leer otros blogs o salir a dar una vuelta, que no sólo de tontería literaria vive el hombre.

    Tengan cuidado ahí fuera, donde la isla nunca está del todo desierta.

    17 Comments

    1. Escrito el día 17 octubre 2008 a las 4:04 pm | Permalink

      Cuando volverás a regalarme libros?
      No sé cuanto tiempo llevo reclamándolos. Ya sé que me debo a mis lecturas antropológicas, pero cuanto más me abandonas, menos te contaré. Es una amenaza, chantaje, you name it, es en serio.
      Muy fuette lo de Robinson-Viernes. Normal? Define normal (“en su contexto”? ahá).
      La poesía me suena. De qué me suena? Es bella.
      No man is an island!

    2. Escrito el día 17 octubre 2008 a las 11:40 pm | Permalink

      es siempre usted un ángel.

    3. Escrito el día 18 octubre 2008 a las 7:58 am | Permalink

      Las mudanzas son capaces de hacer perder los nervios y el ritmo a cualquiera… yo ya ni me molesto en sacar las cosas de las cajas ;)
      Lo de la superioridad blanca de Defoe, Verne y otros muchos no es que fuera normal, es que era lo más extendido en su época… ahora todavía te encuentras gente con mentalidades así… de todas las maneras, me gusta más la nueva versión del cuento. Me la guardo para cuando la necesite (por el apellido, la VO es en francés ¿no?)
      Un supersaludo

    4. Escrito el día 18 octubre 2008 a las 9:04 am | Permalink

      Yo sólo quería decir que Michael Ondaatje es grande, grande. Qué amor de hombre, qué bien escribe, sobre todo la poesía. Se sabe tantas palabras bonitas…

      Yo también tengo nueva sede! Yuju!

      Smuackis.

    5. Escrito el día 18 octubre 2008 a las 8:57 pm | Permalink

      wow!, me encanta cuanto te pones maestra de escuela a recomendar libros para los peques… es tan tierno :) Fascinante lo de Robinson y Viernes. Te debo tus libros, enorme Mamet: quiero MÁS.

    6. W
      Escrito el día 18 octubre 2008 a las 8:58 pm | Permalink

      Stevenson escribía poesía,
      ¡mas yo no lo sabía!
      A por él.

    7. alejandra
      Escrito el día 22 octubre 2008 a las 5:10 am | Permalink

      linda pagina; gracias por escribir mas acerca de estos libros

    8. Escrito el día 26 octubre 2008 a las 7:28 pm | Permalink

      Hola:
      Felicidades por esta hermosa página que hace tiempo sigo con delectación.
      La obra de Tournier es genial, muestra algo mejor lo que podría ser la vida de un naufrago y no tiene los prejuicios de la Defoe.
      Un saludo
      Lucien

    9. Escrito el día 26 octubre 2008 a las 10:54 pm | Permalink

      He dejado de leer tras el verso de Auden… pero es sólo porque estoy cansado. Hasta el verso de Auden me ha parecido muy interesante tu post (pobre Auden qué mal está quedando, rompamos una lanza a su favor, el error a mi tambien me parece mejorar el poema)… En cuanto a Defoe y Viernes, sí, es producto de la época y del Mito del Hombre Blanco… Ya vendrían los japoneses a romperlo años despues venciendo a los rusos en la guerra…

    10. Escrito el día 27 octubre 2008 a las 2:11 am | Permalink

      antique rare books
      http://www.librosref.com
      (libros antiguos, primeras ediciones)

    11. Acróbata
      Escrito el día 28 octubre 2008 a las 3:02 pm | Permalink

      Apuntando al marino Robert Louis, alejado de las aventuras más populares, encontré una colección de sus ensayos en Siruela titulada “Memoria para el olvido”.

      Libro que os apunto por lo delicioso de su lectura, me atrevo a destacar una apología de la pereza y “El dorado”.

      Abrazos a todos y felicidades por el blog. Mucho amor en todas las líneas.

    12. Escrito el día 1 noviembre 2008 a las 3:37 pm | Permalink

      Oye oye, un respeto por tu antiguo zulín, que es maravilloso!

      Jeje

      Manda huevos, que morro que tenía el nazi del Crusoe.

    13. Documentalista Constante
      Escrito el día 3 noviembre 2008 a las 12:09 am | Permalink

      La anecdota erratica de Auden creo haberla leido en un tratado minimo pero la mar de interesante editado por la siempre apreciable editorial Renacimiento de Sevilla. “Vituperio (y algun elogio) de la errata” se llama el tratado y lo escribe José Esteban. Por cierto que me apunto el de Tournier. Ya he visto que lo tienen en mi biblioteca de referencia asi que este jueves es posible que caiga si acabo con el magnifico “Claus y Lucas”. Besazos!!

    14. Escrito el día 3 noviembre 2008 a las 11:39 am | Permalink

      Respuestas traigo:

      -Kit: inclino humildemente la cabeza y pido perdón por mi negligencia. Será usted surtida de libros como antaño. No habrá cumpleaños ni festejo regalante sin libro. O sin tebeo, que también puntúa, ¿no? El poema igual le recuerda (a mí me lo recuerda, por lo menos) al discurso de Connor McLeod cuando se muere su mujer. Snif.

      -Antonia: euh… gracias. ¿Qué he hecho para merecer la categoría angélica?

      -Superwoman: sí, Tournier escribe en francés. Tiene más cosas bellas por ahí editadas. Ya nos contará si caza alguna especialmente buena.

      -Kaunaz: siéntase libre de dejar algún poema de Ondaatje para deleite de los Lectores Constantes. Y ya le llevaré algún librín para su nueva sede.

      -Leibowitz: no sé qué le diga respecto a lo de recomendar para niños. A mí es que los libros para niños me gustan tanto o más que los libros para mayores, y me parece que no siempre es necesaria la distinción. Tournier mismo dice que no hay libros para niños, hay libros tan buenos que lo mismo pueden leerlos niños y mayores. Respecto a Mamet, mi biblioteca es su biblioteca. Pedid y se os prestará, es su lema.

      -W: La próxima vez que quedemos, le llevo el libro de Stevenson, si le apetece. Queso, pan y Stevenson es una gran combinación.

      -Alejandra: gracias a usted por venir y comentar.

      -Lucien Sagrenau: gracias por venir y comentar, tiene usted un nombre y un apellido estupendos.

      -Christian Supiot: gracias por venir y comentar, también tiene usted un nombre portentoso. ¿De dónde salen ustedes, los favoritos de la pila bautismal?

      -ref: gracias por la referencia, anotada queda para futuras compras.

      -Acróbata: anotado el libro, eso del elogio de la pereza promete mucho. Siruela edita estupendamente, además. Gracias por recomendarlo.

      -Amanda: mi zulo era estupendo, yo era muy fan, pero se fue quedando pequeñito a medida que aumentaba la Biblioteca Constante. Espero que estén ustedes bien allí y que no les exaspere mucho el vecindario ruidosillo. Vengan algún día a verme a la nueva sede de la Biblioteca Constante, ¿sí?

      -Documentalista Constante: me interesa ese libro. Si lo localiza por ahí, pegue un grito, por favor. Nos vemos mañana en el concierto y comentamos. Mchuick.

    15. Escrito el día 18 diciembre 2008 a las 4:48 am | Permalink

      De Stevenson tengo un libro de Poemas que compré, muy a propósito, en Edimburgo. Ya desde el título me llamaba la atención: Underwoods. Además es un ejemplar de los años 20, así que bien puede ser mi libro más viejuno.

      Los que han leído Harry Potter (servidor no, pues ha realizado un juramento al respecto a caballo entre el voto de castidad y la desidia absoluta) me comentan que el morro de la Rowling va más allá del deus ex machina. Teóricamente, el deus ex machina trata de resoluciones de conflictos, especialmente al final de la obra, con un recurso facilón.

      Pero es que en la saga de Potter, al parecer, cada nuevo libro incorpora un nuevo escenario, sacado de la manga y a la vuelta de la esquina del lugar de la acción. ¿Que hace falta un lago misterioso? No hay problema, tenemos uno a cinco minutos. ¿Que vendría muy bien una abadía lúgubre aquí cerquita?. Aquí se la traigo, señora, se la dejo junto a la cueva del malvado dragón del penúltimo libro.

      Mal, mal, mal. Hay que echarle valor, caray, y componer un mapa completo al principio del libro para situarte, como hacía Tolkien. Si no es trampa.

      Como no lo he leído, hablo sin saber y citando a terceros, así que me encantaría leer más opiniones sobre ello.

    16. Lector Constante
      Escrito el día 13 enero 2009 a las 3:44 pm | Permalink

      Maese: no tiene usted ni puta idea. Hale, a leer a Harry Potter, hombre.

      (Vale. Sí. Rowling se curra muy poquito algunas cosas, vergüenza debería darle. Pero hay que reconocerle también el sabio uso de las referencias, el cuidado, el cariño y el sentido del humor que pone en los detalles del mundo mago, la portentosa elección de nombres y apellidos, etc, etc, etc. También conviene juzgarlo con ojos benévolos, porque si gira usted la cabeza tiene ahí al zoquete que escribió Eragon, que debería estudiar más y escribir menos, o el reciente fenómeno editorial que es Crepúsculo, una mierda como un piano. Los niños que se engancharon a Potter son afortunados. Quiero pensar que no son los mismos que leen esas dos basuras prescindibles.)

    17. Escrito el día 14 diciembre 2015 a las 4:47 am | Permalink

      Tengo navegación en línea más de tres 4 horas de
      hoy, sin embargo, nunca encontrado ningún artículo interesante como el tuyo.
      Es suficientemente bonita la pena para mí.
      Personal, si todos webmasters y bloggers hecho un buen contenido como lo hizo, la internet estarán mucho más útil que nunca.

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