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    Buenos días, Amigos y Desconocidos Lectores Constantes.

    Esto les cuento en un domingo lluvioso:

    a) Ya no estoy ociosa, se acabó la buena vida y el vivir dentro del pijama. Tengo trabajo y compruebo que Capote y Santa Teresa decían la verdad: “Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas”. Odio trabajar, quiero hacer el vago. Odio madrugar, quiero dormir hasta que se me borre la memoria. Odio… bueno, ya saben ustedes por dónde van los tiros.

    A llorar a la iglesia, dirán los Lectores que estén ahora mismo desempleados o temblando de pensar que pueden ser los próximos en irse a la calle. Por supuesto. Corren tiempos difíciles, hay crisis, esto no remonta, blabla. Lejos de mi intención frivolizar sobre el asunto, pero es que en la Biblioteca Constante impera una suerte de determinismo filosófico que me ayuda a dormir tranquila, y que se resume en que habrá agua, si es la voluntad de Dios, y la encontraremos, si es la voluntad de Dios, y la beberemos, si es la voluntad de Dios. Entiéndase por “Dios” la ciega fortuna, naturalmente.

    Gracias a esta línea de pensamiento, que la Hermana Constante llama “pachorra” y yo prefiero llamar “serenidad”, es difícil tener miedo a lo que todavía no tenemos delante, y así es como me doy el lujo de protestar por trabajar, por madrugar y por hablar con gente con la que no he elegido hablar. Con este cuajo que me caracteriza y sin sonrojo alguno.

    galeres

    En otro sentido, el trabajo está bien y los compañeros también, como suele ocurrir en esta profesión.  Acabo de entrar en Los hombres de Paco y estoy apretándome las siete temporadas que lleva en antena, en formato escrito y en  formato audiovisual, con toda la calma y la paciencia del mundo. Pero  luego volveremos sobre este asunto, si les parece bien.

    b) Sin (aparente) relación con lo anterior, un buen día me levanté hasta las pelotas de todo lo que es, o yo creo que es, el Lector Constante. La Biblioteca, el blog, el programa de radio y el recomendar, buscar, prestar y pasear libros a cascoporro. De repente me pareció completamente innecesario, porque yo ya sé lo que estoy leyendo y no me hace falta repetirlo aquí o en la radio, y ustedes tienen a su disposición infinidad de blogs sobre la cosa literaria, que recomiendan, critican y analizan con mucho más criterio que yo, así que tampoco necesitan realmente venir aquí.

    Este cegador destello de lo obvio ha ido adquiriendo matices con el paso de los días. No, no he perdido el impulso de parar a la gente por la calle y enseñarles cuatro frases portentosas de lo que estoy leyendo. Todavía cierro el libro, respiro hondo, miro a la pared y me retuerzo de ganas de pintar sobre ella ese hallazgo con letras que puedan verse desde el espacio. Todavía fastidio a los amigos que visitan la Biblioteca Constante para que se lleven esto o aquello, que hace la vida mucho más llevadera o que abre puertas que ya no pueden volver a cerrarse. Pero aún más a menudo me encuentro pensando “qué hago yo aquí y qué sentido tiene esto“. Normalmente no me lo pregunto porque ya lo sé: lo que hago aquí es escribir, que es una actividad placentera per se, y el sentido de todo esto no es más que la información y la diversión, que también contienen en sí su propio sentido.

    Dejo de aburrirles, que esto empieza a parecer una súplica desesperada de feedback y no era ésa la intención. La sensación de “yo qué carajo estoy haciendo aquí, con todo lo que tengo para leer” no es nueva, es un clásico de nuestros días, y la interpreto como una señal de que algo no está yendo por donde debe y de que ya va siendo hora de hacer las cosas de otra manera. Todavía no sé de cuál. Sé que me apetece contarles otras cosas, divagar sobremanera y perder de vista el formato usual. Abrir las ventanas, airear el desván, escribir entradas de doce líneas, escribir en ripio, escribir en asturiano, hacer el canelo y ahí me las den todas.

    c) Así que, si les parece, vamos a ser alegremente contradictorios con lo que acabo de decir. Estoy leyendo otra vez a Alejandra Pizarnik, que es complicada porque es surrealista, y encontrar frases demoledoras entre sus textos se parece un poco a caminar descalzo sobre hojas secas y pisar inadvertidamente un cristal afilado. Así de bien hacía las cosas esta desgraciada:

    BALADA DE LA PIEDRA QUE LLORA

    la muerte se muere de risa pero la vida

    se muere de llanto pero la muerte pero la vida

    pero nada nada nada

    Con dos cojones, señora. Venga, uno más:

    FIGURAS Y SILENCIOS

    Manos crispadas me confinan al exilio.

    Ayúdame a no pedir ayuda.

    Me quieren anochecer, me van a morir.

    Ayúdame a no pedir ayuda.

    Eso les cuento. No es que lo recomiende, es que lo estoy leyendo. Otro cegador destello de lo obvio que me asaltó hace unos días: carezco absolutamente de razones objetivas para recomendar lo que leo. Al final se reduce a “me gusta, no me gusta”, como en miles y miles de blogs por toda la red. No tengo ni idea de por qué ustedes deberían leer lo que yo leo. No tengo ni idea de por qué parecía importante que Fulano leyera a Menganita o que Zutano conociera a Perengano. Pero ni idea, oigan. Ya ven qué errático y qué confuso es todo en la Biblioteca Constante. Tengo que pensar más en todo esto, despacito y sin apuros, y lo mismo al final volvemos al punto del que habíamos partido y toda esta tontuna no es más que un poco de alergia al plátano de sombra. Yo qué sé.

    d) Volvemos al trabajo. Acabo de llegar, apenas conozco a la gente y no he visto ni un capítulo de una serie que lleva siete temporadas en antena, porque -se acordarán ustedes- no había televisión en la Biblioteca Constante. Ahora tengo un taco de dvds para ver y una carpeta llena de guiones para leer, pero esto lo hago por vicio, porque no es realmente necesario. ¿No?, dirán ustedes. No, contesto yo, porque escribir guiones es más sencillo de lo que parece. Los mecanismos de la narración, creo que ya lo hemos comentado antes, son sota, caballo y rey. A poco que uno lea y escriba y tenga interés, los caza al vuelo y luego los aplica con mejor o peor fortuna. Da igual que uno sea fanático de la serie que escribe o que la aborrezca a muerte, porque escribir es como cocinar, y uno puede preparar perfectamente una pizza de las de fuerte aplauso aunque sea intolerante a la mozzarella.

    Otro día les cuento cómo se escribe un guión. No uno bueno, no el mejor guión de la mejor serie del mejor de los mundos, porque una cosa es tener talento y otra tener oficio (y, aunque no son excluyentes, no tienen por qué ir unidos), pero sí uno de muestra, para que los que estén interesados entiendan un poco la mecánica del asunto. Hoy les cuento que esta gente tiene una forma muy curiosa de trabajar y a eso es a lo que estoy intentando hacerme.

    Los guiones son historias, no les digo nada que no sepan ya. Los guiones no son más complicados que los cuentos de toda la vida. Érase una vez un pobre leñador que tenía tres hijas. Érase una vez una princesa que vivía en un palacio dorado, y un buen día enfermó y no podía levantarse de la cama. Érase una vez un mafioso que regentaba seis burdeles y ocho bares clandestinos, y un buen día llegó un policía a la ciudad que quería joderle el negocio. No hay mucha diferencia, ¿verdad? Bueno, pues sí que la hay. Lo que yo estoy escribiendo y ustedes están leyendo va a verse, es decir, va a ser visual y no solamente narrativo. El mafioso tiene cara y cuerpo, y en lugar de una pantalla negra y una voz en off que diga: Giancarlo entró en la trattoria, vamos a ver a un señor trajeado entrando en un bonito restaurante con manteles a cuadros y murales de la Toscana. ¿Captan la diferencia? Estupendo.

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    Yo tiendo a irme a lo narrativo, y no encuentro nada malo en una película narrada con dos personas sentadas a una mesa contándose lo que ha ocurrido, pero eso es un defecto mío y todavía estoy peleando para corregirlo. Los guionistas de Los hombres de Paco lo hacen bien y yo voy a intentar aprender a hacerlo así, a ver si, con el tiempo y una caña, me sale solo. Estos muchachos tienen su trama pensada, saben lo que quieren que ocurra, y entonces dicen: “Pensemos en una imagen que queramos ver en pantalla, una imagen que, aislada del contexto, te haga desear quedarte a ver qué coño está pasando ahí”. Se hace el silencio, los muchachos piensan y yo me quedo con cara de deficiente, porque en mi cabeza las cosas ocurren en palabras, no en imágenes. O más en palabras que en imágenes, en todo caso.

    Hagan el ejercicio si tienen un rato y están lo bastante ociosos. Imaginen. Busquen algo con colores y contornos, con un ángulo y una luz, con sonido y movimiento. ¿Les parece fácil? Pues yo llevo tres días aparcando los libros y revisando tebeos (La narración gráfica de Eisner, los libros de Scott sobre la técnica del cómic), series y películas, en un intento desesperado de reajustar mi sistema a un entorno visual. Yo, que no distingo entre izquierda y derecha, que soy incapaz de visualizar un cubo girando, que no entiendo los mapas y mucho menos los planos, que perdí las referencias de tiempo y espacio y que considero las coordenadas un lenguaje abstracto y aterrador y vertiginoso.

    En eso estoy mientras llueve ahí fuera y suenan guitarras. ¿Qué están haciendo ustedes? ¿Algo bonito? Seguro que sí.

    9 Comments

    1. W
      Escrito el día 26 abril 2009 a las 12:43 pm | Permalink

      A mí me han venido siempre muy bien sus recomendaciones, me han proporcionado muchas horas de placer. Pero aplaudo la idea de ampliar el alcance de su blog a otros asuntos como los que en otros tiempos también me produjeron mucho placer y muchas risas.

    2. Lyl
      Escrito el día 26 abril 2009 a las 2:42 pm | Permalink

      No desesperes, es bueno replantearse las cosas de vez en cuando en lugar de hacer siempre lo mismo por inercia. En cualquier caso, no creo que sea absurdo que hagas recomendaciones literarias como venías haciéndolo. Te preguntas por qué deberíamos leer lo que tú lees. Al menos en mi caso la respuesta es muy sencilla: porque creo que tenemos un gusto similar por la literatura y cualquier cosa que pueda descubrir a través de ti me hará infinitamente más feliz, y apuesto a que hay mucha gente más como yo.
      De todos modos, también me gustaría leer otras cosas que no fueran sólo recomendaciones literarias. De hecho, llegué hasta ti gracias a las historietas personales que contabas como Trahn en ujournal, por tanto cualquier actualización de ese estilo será gratamente recibida por una servidora. Me apetece saber más sobre tus propios pensamientos del día a día, de las historias surrealistas o no tanto que acontezcan en tu vida. Quiero volver a reirme a carcajadas con tus ocurrencias y ver de vuelta a la Ingram que me encandiló hace tantos años en su versión actual.
      No dejes de recomendarnos tus libros, pero regálanos más felicidad. Yo la necesito.
      Mucha suerte en tu nuevo trabajo!!! :)

    3. Avizor
      Escrito el día 27 abril 2009 a las 3:00 am | Permalink

      Hola, Ingram:
      Llegué tarde a tu blog a través de algún enlace que ya no recuerdo.
      Inmediatamente me quedé enganchado y leí todas tus entradas con gran placer y regocijo, como Lyl, desde lo de Trahn en ujournal, con las cosas del tristemente desaparecido Kowalsky, tu llorada mascota -¿tienes ahora alguna otra?-, las historias divertidas de unas bolloamigas, etcétera.
      Luego seguí los cambios hacia lo que es hoy Lector Constante y lo espero como el “Santo Vendimiento”… Y, ¿por qué?
      Pues
      1/ Porque la gente que como tú escribe de cojón merece la pena ser leída.
      2/ Porque NUNCA me ha defraudado ninguna de tus recomendaciones.
      3/ Porque no te he pillado NI UNA SOLA FALTA DE ORTOGRAFÍA en todo este tiempo.
      4/…Porque me pasa por el forro de los “arfonsos”.
      Y hay que brindar por todo ello, aunque sea con champán francés.
      Besitos, ánimo y p’alante.

    4. davy jones
      Escrito el día 27 abril 2009 a las 4:02 am | Permalink

      Los hombres de Paco, ahí es nada…¿Se puede sugerir la muerte atroz de algún personaje? ¿O quizá la muerte atroz de toooodos los personajes?

      Por cierto que, como demuestra el cine de terror, la imagen de una cabeza humana estallando sin razón aparente siempre resulta agradecida, vista en una pantalla, jejeje…

      Bueno, y ahora en serio…que le vaya bonito en su nuevo trabajo; ahí fuera están cayendo chuzos de punta, y peor que se va a poner.

    5. Lector Constante
      Escrito el día 27 abril 2009 a las 10:49 am | Permalink

      Aviso para navegantes: mil gracias por sus amables comentarios, pero DE VERDAD que esto no era una entrada de “voy a cerrar el blog, dadme feedback y volveré triunfante”. No pienso cerrar el Lector, es sólo que me he saturado un poquito de vivir recomendando libros, subrayando párrafos, analizando esto y reflexionando sobre aquello. Tengo que pensar un poco más en lo que quiero contarles y eso es todo. Disuélvanse, aquí no hay nada que ver.

      :)

    6. Escrito el día 28 abril 2009 a las 4:20 pm | Permalink

      Creo que son cosas que nos pasan a todos: nos cansamos, nos apetece estirar los músculos, nos planteamos qué vale la pena cambiar y qué vale la pena conservar…
      A mi modo de ver, puedes hablar de libros, guiones, ilustraciones, u otras cosas, incluso puedes irte a Tahití a pintar señoritas con muchos colores, que mientras sigas escribiendo como escribes, yo estaré dispuesta a leerte y recomendar que te lean.

      Ver la serie no, lo siento. Pero es que la tele no me cabe en la casa, y no puedo desalojar nada para hacerle sitio (y sin embargo, sigo comprando libros, pero me temo que eso es algo compulsivo). Ánimo con todo, que por aquí esperaremos.

      Un saludo,
      Sibila.

    7. gaspar
      Escrito el día 29 abril 2009 a las 7:56 am | Permalink

      Cambiar para que todo siga igual. Algo de eso hay.

      Desde aquí se ve un sol bárbaro. Me voy al botánico.

      Besos primor!

    8. Escrito el día 29 abril 2009 a las 8:48 am | Permalink

      Muy cierto lo que comentas al final de tu entrada. Lo que más nos machacaron en el master de guiones que estudié en la Complutense es que lo audiovisual es exactamente eso: imagen y sonido. No basta con dos tipos hablando. La imagen tiene que dar información también.

      En este sentido recuerdo la escena que más impactó a Kurosawa a la hora de planificar. Él quería contar cómo un soldado va a un sitio, recaba información, vuelve y la cuenta. Y finalmente no sé si el actor le dio la mejor respuesta o la encontró en otra película que vio: un solo plano del soldado que vuelve y clava un mapa o pergamino en la pared con un cuchillo.

      Te lo digo de memoria pero en palabras de Kurosawa tenía más gracia. En general creo que el cine y las series en este país acusan un exceso de verbo (sobre todo las pelis de Garci, donde no se callan ni debajo del agua) y de estatismo en la imagen. En eso los yanquis nos llevan ventaja, diría yo.

    9. Frank
      Escrito el día 20 julio 2009 a las 9:31 am | Permalink

      Don’t cry for me, Argentina…

      You are talking rubish!

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