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  • Maldito cumpleaños

    Buenos días, Amigos y Desconocidos Lectores Constantes.

    Hace diez días fue mi cumpleaños. Hubo flores, hubo un donut con una velita y un compañero que me presta a menudo novela negra y libros de cine me trajo este regalito:

    Lo edita Contraseña, lo traduce Encarna Castejón y el diseño de la portada es de Alberto Gamón. A lo mejor ustedes ya lo conocían, porque hay una película basada en él, con Yves Montand, y por lo menos dos remakes, uno de ellos dirigido por William Friedkin, que es el señor que dirigió El Exorcista.

    Yo, que soy ignorante y he visto poco cine, no conocía las películas. Y además, la literatura francesa y yo tenemos una relación complicada: empezamos muy bien con El pequeño Nicolás y Astérix, pero a partir de ahí todo fue cuesta abajo, con alguna remontada (Camus, Rimbaud, Madame de Sévigné) y poderosos bajones (Houellebecq, Céline). Como les estoy viendo venir en los comentarios, aclaro que mi prejuicio antigabacho no es absoluto, ¿eh?  La poesía es estupenda y qué sería del tebeo sin los franceses. Lo que ocurre es que todavía no he leído nada que supere a René Goscinny. Esto es así.

    En fin, me enrollo. Mi compañero me regaló el libro, yo le di las gracias y me puse a leerlo. Ya lo he terminado y no sé si podría recomendarlo alegremente, pero sí puedo decirles que merece un vistazo, aunque sea solamente por la premisa: una compañía petrolera necesita transportar nitroglicerina para apagar un incendio de dimensiones aterradoras. Para el transporte contrata a unos cuantos buscavidas que languidecen muertos del asco en un pueblecito mísero de Guatemala. La nitroglicerina va en camiones y no necesito explicarles hasta qué punto es peligroso conducir un cacharro de tropecientas toneladas, cargado con un líquido que sólo necesita un bache un poco profundo o una curva complicada para hacer kaboom y mandar camión, conductor y carretera a tomar por el culo.

    Yo no sé conducir. Una vez iba en coche con un amigo y nos dimos una hostia preciosa contra otro coche y contra un quitamiedos. Salimos del asunto sin un rasguño, pero desde entonces me subo a los coches encomendándome a San Cristóbal y me tiro todo el viaje pensando en cómo se pasa la vida y cómo se viene la muerte, tan callando. Si ustedes saben conducir, es fácil que disfruten algunos detalles del libro que para mí son incomprensibles, como… yo qué sé, darle al embrague y meter segunda o revisar el líquido de los amortiguadores. Yo no entendí un carajo de lo relativo a la mecánica de la conducción, pero de todas formas pasé un buen rato de tensión y muchos nervios.

    Les dejo un extracto que me pareció bonito. Así estaban las cosas en el bar del pueblo de mierda antes de que llegara la oferta de la petrolera. Nunca fue tan cierto lo de salir de Guatemala y meterse en Guatepeor.

    Se puede decir que a aquella hora no había un alma en el Corsario. Fuera caía el penoso calor de media mañana. Poco después, a eso de las once, sonaría el disparo que anunciaba la salida de los muelles. Los trabajadores del puerto irían a recobrar un poco de ánimo ante un vaso de aguardiente, a respirar el olor de las mujeres. Algunos caerían en la trampa de un par de muslos morenos entrevistos por la abertura de una falda, de una lengua lamiendo unos labios demasiado pintados de carmín. Las mujeres se apresurarían a precederles hacia los reservados, balanceando las caderas a cada paso. Ellos correrían las cortinas tras de sí, y sería peor que si hiciesen el amor delante de todo el mundo. Pero, de momento, todo estaba en calma. Sólo andaban por allí los fumadores de marihuana.

    Pues los cigarrillos de cajetilla que inhalaban los tres hombres, lanzando luego densas bocanadas de humo gris, estaban atiborrados de marihuana, la droga del delirio controlado. Cuatro gramos de hierba, y uno cierra los ojos, empieza la feria de los sueños: elija lo que quiera. En un cuarto de hora puede ser usted Hitler bailando la giga en el terraplén de Chaillot, el conductor del Maserati que siempre había deseado –y nunca podido– comprar, el amante de Rita Hayworth con todas sus consecuencias, un profesor de filosofía y lenguas orientales, un padre de quintillizos. Y la historia no acabará con el suicidio en el búnker, o aplastado por un plátano, o en el coche en llamas, o a causa de una vergonzosa enfermedad. Hará usted el amor siete veces y aún tendrá ganas de hacerlo una vez más; ya no habrá etimologías desconocidas, ni siquiera dudosas, y le estrechará la mano al rey de Inglaterra. Evidentemente, cuando despierte tendrá que volver a empezar.

    Hale, ahí lo tienen. Si a alguien le ha picado la curiosidad y lo quiere, yo se lo presto. Y ya les contaré qué tal están otros regalos de cumpleaños que tengo por aquí y que pensaba recomendar en Libros para la cama. Eso ya no ocurrirá, porque hemos cerrado la sección hasta que Alicia Álvarez tenga su bebé y se reincorpore al programa. A lo mejor entonces recomendamos Libros para la lactancia. Quién sabe.

    Tengan cuidado ahí fuera, donde el delirio no está controlado.

    4 Comments

    1. W
      Escrito el día 28 noviembre 2011 a las 12:54 am | Permalink

      Coño, pues yo leí un Don Mickey de niño con el mismo argumento. Donald y Pluto tenían que transportar un cargamento de nitroglicerina con gran tensión y bien de peligros.

    2. Escrito el día 28 noviembre 2011 a las 12:58 am | Permalink

      ¿No se pregunta siempre por qué hablamos con tanto gusto por etiquetar de la literatura/cine/cultura de los países? Seguramente no hay un patrón único para toda la obra cultural en francés, aunque su vehículo, el idioma, pese tanto. Pero respecto a los franceses siempre digo que más allá de lo pesados/chovinistas que puedan ponerse, su actitud general, en toda su sociedad, en favor de la lectura o la creación, son encomiables, e inexistentes en su intensidad en el resto del mundo. No es ya que en los parques de francia veas adolescentes solos leyendo en los bancos del parque (con la bufanda puesta y sin que les echen los que juegan al fútbol), es que, coño, en sus libros y en sus películas, los héroes no quieren llevarse a la chica, ganar millones, o dominar el mundo, lo que quieren es siempre… ESCRIBIR UN LIBRO!!! Es encantador…

    3. Escrito el día 28 noviembre 2011 a las 4:42 am | Permalink

      Uf, la peli de Friedkin fue un rodaje infernal y flop de los gloriosos. Creo que lo cuentan muy bien en el librillo Easy Riders and Raging Bulls.

      ¿No podría preparar también una lista de “libros para el convaleciente”?

    4. Raquel
      Escrito el día 16 diciembre 2011 a las 10:53 am | Permalink

      Anda… pues ahora que lo dices, a mí tampoco me suele llegar la novela francesa, sobre todo en comparación con lo que me interesan los “pensadores” y los guionistas de cómic. Ni Céline, ni Houellebecq, ni Flaubert… Ni siquiera Proust, pareciéndome un genio, me llega a enamorar todo el rato. Creo que el único que realmente me ha apasionado es Maupassant.

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