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  • A la mujer barbuda desde lejos se la saluda

    Buenos días, Amigos y Desconocidos Lectores Constantes.

    No sé si lo he contado alguna vez, pero debajo de mi casa hay un asador de pollos. Cada domingo me pongo los playeros y bajo a por un pollo con pimientos y a lo mejor hasta con patatas, hale, a lo loco. La cosa es que todo el vecindario hace lo mismo y se forman unas colas a la puerta del asador que le dan la vuelta a la manzana. Pero como todo el mundo sabe, las colas no suponen ningún problema para el Lector Constante: abre el bonito libro que se ha traído para entretener la espera y así es como se le cuelan las señoras que sólo quieren medio pollo, muy hecho, sin salsa.

    Elegir el libro para la cola es sencillo. Nada de tochos poderosos, porque en cualquier momento tienes que buscar calderilla en el bolsillo, coger la bolsa con el pollo y la barra de pan, sacar las llaves… Si tardas diez segundos porque llevas el Quijote en una mano, se te cuela otra señora. Lo adecuado es llevarte un libro que puedas meter en el bolsillo de atrás de los vaqueros y eso es justamente lo que vengo a recomendarles hoy. Un libro pequeñito de la más grande. Alehop:

    Éste es el libro pequeñito.

    Y alehop:

    Ésta es la más grande: Pilar Pedraza.

    El libro, ya lo han visto ustedes, lo edita Siruela, en su Biblioteca azul (serie mínima). Es posible que hayamos hablado antes de Pilar Pedraza y ya sepan ustedes por qué es la más grande. El que esté todavía en la inopia, ya tarda en buscar y leerse Máquinas de amar: Secretos del cuerpo artificial, que es un ensayo estupendo sobre la muñeca y lo autómata, o Espectra. Descenso a las criptas de la literatura y el cine, que es otro ensayo estupendo sobre la muerta, la resucitada, la zombi, la fantasmal. Los dos los edita Valdemar. También tiene relatos y novela, pero qué quieren, a mí me parece un desperdicio que alguien que es tan bueno en el ensayo se dedique a la ficción, cuando necesitamos tanto que nos ayuden a pensar, para no ir por la vida con la opinión en primera versión.

    Venus barbuda es igual de bueno que los anteriores, pero más pequeñito. Como Pilar Pedraza es la más grande, el tamaño no importa. No deja tema sin tocar y, mientras se enteran de la vida y los milagros de Antonietta Gonsalvus,

    Stephan Bibrowski,

    o la Baronesa Sidonia de Barcsy,

    pueden ustedes aprender cantidad de cosas interesantes sobre el género, lo femenino, la animalidad, la misoginia, la cosificación y el simbolismo del monstruo peludo. Por mencionar sólo unas cuantas.

    Desde aquí les estoy oyendo bostezar. Ay, lectores de poca fe. Todos esos temas son interesantes, claro que sí. Lo que pasa es que están ustedes escaldados de encontrarse blogs sobre lo femenino que provocan muchísimo sonrojo, o alegatos contra la misoginia que están escritos desde el lloriqueo, o ensayos acerca del género que parecen un guión desechado de “Escenas de matrimonio”. Pilar Pedraza es el bálsamo para esas quemaduras, amigos. También lo es Nora Ephron, que murió hace poco y que tiene un libro estupendo, Ensalada loca, donde reflexiona sobre el feminismo con un sentido del humor espatarrante. Bien sabía ella que la revolución será divertida o no será.

    Venus barbuda analiza el fenómeno de la mujer peluda. Da para echarse unas risas, pero además da para pensar dos veces en el género y en la especie, en lo que somos y en cómo nos diferenciamos entre nosotros y de los animales. Los que hayan leído Tarzán, recordarán que además de aprender él solito a leer, que ole sus huevos selváticos, aprendió también a afeitarse con el cuchillo de su padre. Y para qué necesita afeitarse un fulano que pasa la vida saltando de liana en liana y pegándose con feroces cocodrilos, se preguntarán ustedes. Para ser hombre frente a los monos. Cuando Tarzán era pequeñito, su falta de pelo le convertía en un mono raro. Luego, leyendo los libros de su padre, se dio cuenta de que no era un mono sino un hombre y ya se quedó más tranquilo… hasta que empezó a salirle barba. Intentó primero arrancársela y luego afeitársela. Era doloroso, dice el libro, pero Tarzán estaba orgulloso de su ascendencia humana y el pelo era lo que marcaba la diferencia. Naturalmente, lo siguiente fue querer ropa y no tardó en robarle el taparrabos y otros complementos a un desgraciado guerrero negro, pero ésa es otra historia. ¿No han leído ustedes Tarzán? Ya están tardando.

    El vello facial en las mujeres cuestiona por igual la especie y el género. La barba, en todas las culturas y momentos, es un atributo definitivamente viril. La mujer barbuda se sitúa en mitad de ninguna parte, porque tiene atributos femeninos (pechos, genitales, voz) pero quedan anulados, son invisibles, ante la presencia de la barba, que hace de ella un prodigio o un contradiós, según la visión de las distintas épocas. Cuando se entiende que no es animal sino humana, porque habla y razona y hasta canta y baila, todavía resulta inquietante porque no es ni hombre ni mujer y cuestiona con su sola existencia todas las características que se suponen implícitas al género. Bien por la mujer barbuda.

    La Pedraza nos habla del impacto de las mujeres pilosas en distintos momentos de la historia. Niñas encrespadas, como la dulce Antonieta Gonsalvus, que fueron entretenimiento y maravilla de las casas reales, o santas barbudas, como Santa Librada, de la que aquí somos muy fans por su oración para el buen parto, que reza así:

    Santa Librada, santa Librada,

    que la salida sea tan dulce como la entrada.

    Santa Librada surge de una mezcla de leyendas populares, y a veces se llama Liberata y a veces Wilgefortis.  La falsa etimología de este último nombre lo hace derivar del latín virgo fortis, que ya me imagino que no necesitan ustedes que traduzca. La cosa es que Wilgefortis era una chavalina a la que su padre quería casar con un pagano contra su voluntad. La pobre vivía más presionada que el hijo de Supernanny, así que, para alejar al pretendiente, pidió a Dios que la convirtiera en una criatura repugnante y, zasca, le salió vello por todo el cuerpo y una barba hermosísima. Al pagano le habían prometido una bella princesa, así que cuando vio aquel cuadro de novia salió de allí a uña de caballo. El padre de Wilgefortis se puso hecho un basilisco y mandó que la crucificaran.

    Santa Wilgefortis con toda la barba.

    Según otra leyenda menos molona, lo que hizo Wilgefortis fue negarse a comer y acabar anoréxica perdida, lo que también funcionó estupendamente para espantar al pretendiente. La Iglesia romana, que tiene un cuajo poderoso y muy poco sentido del humor, la descanonizó en una revisión de su santoral. Venere a los buenos, a los reconocidos oficialmente, y desconfíe de imitaciones y toda esa mandanga, pero a Santa Librada se la sigue invocando en muchos sitios para que deshaga matrimonios no deseados. Si nos bajamos de la leyenda, la cosa es mucho más vulgar: nunca hubo una Wilgefortis. Lo que hubo fue un Cristo crucificado al que se representó con la iconografía oriental de la época: pelo largo, barba y una túnica con mucho vuelo. En Europa, donde los pantalones eran como el Soberano (cosa de hombres), aquello no ofrecía lugar a dudas: era una señora con barba y punto pelota.

    Lo antiguo es mejor y más divertido, pero Pedraza revisa los casos de peludas hasta anteayer, como quien dice, y ustedes pueden leer la historia de las mujeres pilosas en el contexto del freak show, del zoo humano, de la performance moderna, del cine y de la tele. No hay mención a Julia Roberts con las axilas peludas o a Amanda Palmer con las piernas sin depilar, pero sí habla de la erótica de la mujer velluda y, por tanto, animalizada, sujeta solamente a los instintos más básicos: comer y follar. La mujer pantera, la loba, la tigresa y otras tantas le sirven para reflexionar sobre la animalización (que es otra forma de cosificación) de la mujer y la cantidad de interesantes teorías que pueden formularse al respecto. Desde la mujer loba y su ciclo lunar, que se asocia a la menstruación, hasta Catwoman y su caracterización, que cada vez se aleja más de la pícara ladrona y se acerca más a la dominatrix con cuero, vinilo y látigo.

    No quiero currarme una reseña más larga que el libro, que ya digo que es finito, así que aquí nos quedamos. Échenle un vistazo, que lo merece, y conozcan de cerca a Julia Pastrana, a las amazonas de Dahomey, a Madame Delait y su bicicleta, a Jennifer Miller y su Circus Amok y a otras tantas mujeres de lustroso pelaje. No se arrepentirán.

    Tengan cuidado ahí fuera, donde hay pelo y hay alegría.

    8 Comments

    1. María Luisa
      Escrito el día 5 agosto 2012 a las 11:02 am | Permalink

      Muchas gracias querido Lector Constante por el placer que me causa su lectura y por compartir estas recomendaciones tan interesantes.

    2. Libiabrenda
      Escrito el día 5 agosto 2012 a las 11:33 am | Permalink

      ¡Pollo! (Suspiros profundísimos).

    3. V.A.
      Escrito el día 8 agosto 2012 a las 9:41 am | Permalink

      Vaya, me meto a ver si encuentro alguna sorpresita en casa del Lector Constante y me encuentro que posteó el día de mi cumpleaños. Cómo molan los regalos descubiertos de forma tardía. Gracias mil!

    4. Escrito el día 14 agosto 2012 a las 6:46 am | Permalink

      Acabo de descubrir tu web via Tumblr y me ha enamorado. Ya te he propagado un poco por twitter.

    5. Berenice Cuac
      Escrito el día 3 noviembre 2012 a las 12:56 pm | Permalink

      Ole!

    6. Blue moon
      Escrito el día 30 noviembre 2012 a las 2:50 am | Permalink

      Buceando en la web me encontré un post tuyo en formspring.me hablando de una anécdota q resume tu vida…. En la que hablas de mi… Recuerdo perfectamente ese campamento… Tenía 11…aunque para 20 años despues sigas recordandome….Debía ser muy muy pesada… O me has echado de menos :)

    7. Escrito el día 10 mayo 2015 a las 12:47 am | Permalink

      despues de leer diferentes sitios la verdad es que este es el mas informativo.

    8. Escrito el día 9 diciembre 2015 a las 6:13 pm | Permalink

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