Sólo hay un Lector Constante. No es un seudónimo bajo el que se ocultan cuatro amigos que se van turnando para escribir las entradas. Qué más quisiera yo que tener cuatro amigos ociosos y dispuestos a diseccionar el refranero español, la poesÃa ucraniana o la vida de los santos.
A pesar de eso, el Lector tiene un montón de anónimos colaboradores. A veces alguien me trae algo bonito que ha encontrado por ahà (como el amigo F.Nm, poderoso cazador de la red, o el Documentalista Constante, a quien Alá bañe en ambrosÃa), y yo le doy un par de vueltas y se lo cuento a ustedes. A veces alguien me regala un libro que cree que me va a gustar a mà y que también les va a gustar a ustedes, y sÃ, asà es. A veces, ustedes mismos se recomiendan cosillas en la sección de comentarios. Ningún hombre es una isla.
La Biblioteca Constante tiene, ahora mismo, la sede central en Madrid, en el barrio de la Latina.
AhÃ, en esa callecita.
La Biblioteca Constante tiene la sede original en Gijón, Asturias. Se va quedando desprovista de fondos a medida que me los voy trayendo a Madrid, pero sigue a disposición de los Lectores Constantes, claro que sÃ.
AhÃ, junto a la hermosa iglesia gótica de San Lorenzo.
El Lector Constante recibe, me informan, unas cuatro mil visitas al mes. Ustedes, no me canso de decirlo, son formidables.
El Lector Constante no tiene ningún ánimo de lucro. El dominio y el diseño fueron un regalo de cumpleaños de mi tres veces bella amiga saga, después de unos años de verme rondar por espacios gratuitos. Los dibujitos que lo ilustran los cedieron, amablemente, el señor Ego y el señor Circ. Los textos los escribo yo solita en mi casita, con la única intención de pasar un buen rato y de que ustedes lo pasen también. No tienen copyright y su libre uso está autorizado bajo los términos de una de esas licencias que confÃan en la bondad de los desconocidos. No hay anuncios, ni los habrá. No hay influencias externas en lo que aquà se recomienda. Todo es paz y armonÃa.
El Lector Constante tiene errores, porque procuro documentarme todo lo que puedo, pero hasta Homero se echa una siesta de vez en cuando. Ténganlo en cuenta si piensan usarlo de referencia para cualquier cosa importante, o si van a enviarlo a un pariente en Los Zapatos (México). Mi legendario despiste puede costarles un suspenso o un sonrojo. Y si cazan alguna pifia, están invitados a enmendarla en la sección de comentarios. Yo lo agradeceré, y seguro que algún otro Lector también.
Cuando no estoy leyendo cosas bellas o escribiendo el Lector Constante, soy guionista de televisión. Ahora mismo, guionista en paro. No he escrito nada que vaya a conmover los cimientos de la civilización occidental, pero me gusta mi trabajo, lo hago lo mejor que puedo y me lo paso muy bien en el proceso. Y aprendo cosas muy, muy interesantes, que algún dÃa les contaré con calma.
En la Biblioteca Constante no hay tele. No es que no la vea, es que no tengo lo que es el aparato fÃsico. Esto no pretende ser una declaración de principios ni un boicot individual a la industria televisiva. Es que el espacio de la Biblioteca es muy limitado y, sobre todo, que me da una pereza mortal el proceso de adquirir una. Cuando tenga más espacio, si algún amable Lector quiere acompañarme a elegir una, lo invito a cenar. Lentejas, si quiere. Las hago muy ricas.
SÃ, hay de verdad un montón de entradas incompletas, guardadas a buen recaudo en la sección Borradores. SÃ, en algún momento verán la luz. No, no sé cuándo, porque este tiempo de ocio va a ser breve: en cosa de tres semanas, si no sobreviene antes el Apocalipsis o una epidemia de peste bubónica, estaré escribiendo chistes con una taza de café en la mano y los pies sobre una mesa. Ya les contaré detalles de este asunto en otro momento.